25 de septiembre de 2007

LAS TROPAS


Si no me gustan los ejércitos, pues no me gustan. Y sería tentador entonces pensar, pues el que se meta al ejército que, no olvidemos, es una herramienta de defensa y de invasión que tiene el Estado basada en la anulación o aniquilación del contrario, ya sabe que se juega la vida y que la vida se le puede ir porque otro soldado de otro ejército esté más certero, sea más listo o más rastrero, ese día. Y es verdad, no podemos asustarnos porque nuestros soldados mueran si los llevamos a cualquier lugar del planeta, esté o no esté en guerra, si va el ejército por algo será. No voy a meterme en cuestiones de Estado, de si la ONU, de si hay o no un conflicto abierto, allí van los soldados y pueden morir, es una verdad como un templo, odie lo que odie a los templos. Por eso siempre pensaré que el ejército mejor en casa, mejor incluso en los cuarteles, dentro, bien tranquilitos. Ahí es donde me gustaría verlos. Cuando leo noticias sobre la muerte de soldados españoles no hago más que reafirmarme en mi idea: no-me-gustan-los-ejércitos. Creo que es de los pocos axiomas con los que me iré a la tumba. Sé que Zapatero no va leer esto y mucho menos en caso de que el azar llevara estas humildes letras a sus manos le vaya a importar lo más mínimo, pero es tentador decirlo: ZP, por favor, traete a las tropas, anda, traete a las tropas a casa.

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