Los hombres somos muy simples. No descubro nada ¿verdad?. Lo somos en todos los órdenes de la vida, y lo somos porque necesitamos cuatro cosas para sentirnos felices. Quizá peque de tópico, pero quiero librarme de las ataduras antisexistas para escribir este artículo. Después, que me vengan los mamporros. Tengo un amigo que dice que la felicidad es una mamada y un buen filete. Es una simpleza (al más puro estilo masculino) del tipo pan y toros, pero que en esencia refleja nuestra realidad. Que somos así, primarios, nos disfracemos de lo que nos disfracemos, al final nos marcan cuatro cosas. Es sencillo, si nos miráramos el ombligo sin complejos nos daríamos cuenta de que el axioma mamada-filete es muy acertado, aunque necesitemos disfrazarlo o aderezarlo con sexo en general, cariño, amor, ternura, cervecita...Eso no quiere decir que no nos gusten las demas cosas, no, todo lo contrario, nos gusta todo y con una sencillez que asusta. Por eso resulta a veces tan difícil encajar en el complejo mundo femenino, porque nosotros somos planos y ellas entrecruzadas. Nosotros simples, ellas complejas. También por eso es tan maravillosa la fusión. Pero no quería hablar de algo tan tópico y tan manido, sino de un pequeño detalle que lo resume, o que lo ejemplifica: la escatología.
Mirad, puede un hombre (siempre en su justa medida, no me vayáis a los extremos dramáticos) estar pasando un mal momento, un duro trance, que con un toque de escatología basta para que se eche una risa. Por eso digo que somos simples, en ese momento, incapaces que somos de entrecruzar dos realidades, soltamos el lastre de la tristeza y nos morimos de risa. No hay mejor desengrasante que un pedo, bien tirado, con sus dosis de sonido y naturalidad. Que sí, que es así. ¿Cómo es posible sino que a un acto tan simple e íntimo como ir a defecar se le hayan puesto tal cantidad de nombres?, ¿acaso ir a comulgar tiene tantos sinónimos metafóricos?, y que me perdonen (o no) por comparar lo uno con lo otro. No, lo tiene cagar: montar el pony de porcelana, plantar un pino, colaborar con icona, poner un mojón, soltar lastre...Es sencillo, ¿podéis imaginar esta conversación entre mujeres?: ayer fui a apretarme los tobillos al trono y tío, andaba tan atascado que a punto estuve de pedir la epidural, me costó tanto que cuando terminé casi que le pongo nombre, que me dio pena tirar de la cadena, y verlo ahí como se retorcía, que parecía pedirme ayuda mientras daba vueltas. Cuando terminé había dejado un zarpazo en el vater que casi tengo que salir a por al espátula. Impensable, ¿verdad?, pues este tipo de cosas son las que provocan nuestra hilaridad, aunque acabemos de salir de la ópera o vengamos de devolver un libro de Anaxímenes de Mileto. Así que mujeres del mundo, pedorrearos con vuestras parejas, es sano y divertido.
En fin, y ahora, una vez terminado esto, estoy preparado para vuestros golpes igualitarios...
Mirad, puede un hombre (siempre en su justa medida, no me vayáis a los extremos dramáticos) estar pasando un mal momento, un duro trance, que con un toque de escatología basta para que se eche una risa. Por eso digo que somos simples, en ese momento, incapaces que somos de entrecruzar dos realidades, soltamos el lastre de la tristeza y nos morimos de risa. No hay mejor desengrasante que un pedo, bien tirado, con sus dosis de sonido y naturalidad. Que sí, que es así. ¿Cómo es posible sino que a un acto tan simple e íntimo como ir a defecar se le hayan puesto tal cantidad de nombres?, ¿acaso ir a comulgar tiene tantos sinónimos metafóricos?, y que me perdonen (o no) por comparar lo uno con lo otro. No, lo tiene cagar: montar el pony de porcelana, plantar un pino, colaborar con icona, poner un mojón, soltar lastre...Es sencillo, ¿podéis imaginar esta conversación entre mujeres?: ayer fui a apretarme los tobillos al trono y tío, andaba tan atascado que a punto estuve de pedir la epidural, me costó tanto que cuando terminé casi que le pongo nombre, que me dio pena tirar de la cadena, y verlo ahí como se retorcía, que parecía pedirme ayuda mientras daba vueltas. Cuando terminé había dejado un zarpazo en el vater que casi tengo que salir a por al espátula. Impensable, ¿verdad?, pues este tipo de cosas son las que provocan nuestra hilaridad, aunque acabemos de salir de la ópera o vengamos de devolver un libro de Anaxímenes de Mileto. Así que mujeres del mundo, pedorrearos con vuestras parejas, es sano y divertido.
En fin, y ahora, una vez terminado esto, estoy preparado para vuestros golpes igualitarios...
2 comentarios:
Qué duda cabe que el comer y el sexo son dos necesidades básicas, tanto de la mujer como del hombre, pero no creo que seamos tan simples, hay otros muchos aspectos que, quizá, son los que finalmente nos distinguen del resto de los animales (o, al menos, eso creemos, que somos distintos). Bien es cierto que, en el marco involutivo que nos lleva aquejando hace siglos a los seres humanos (proceso acelerado en las últimas décadas), cada vez, unos más que otros, estamos más embrutecidos.
En cuanto a melodías escatólogicas que nos arrancan la risa en los malos momentos... bienvenidas sean.
¡Ea! no querías collejas, pues la primera, jajajajaja.
Abrazos.
A mí son nuestras diferencias las que me enamoran, es cierto que necesitamos de unos mínimos coincidentes como puntos de partida pero me apetece encontrar al otro, en este caso la pareja, como muy diferente a mí, ¿Qué interés o curiosidad despertaría en nosotros algo tan parecido a nosotros mismos?
Por ello,el que seamos tan distintos en ciertas cosas al sexo masculino es estimulante y.... no insistais, que ya sabeis que en la diferencia, os sacamos ventaja, je je, nunca nos alcanzareis, aunque vuestras zancadas midan más que las nuestras .
Toy bromeando, obviamente.
Me gusta, Larrey, ágil con mucho humor y frescura; además de poseer contenido
Besotes
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