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El atracador apuntó con la pistola a su cabeza. Los ojos decían voy a matarte. Hubo unos segundos de eterno silencio y vio, através del cañón, justo entre sus cejas, pasar toda su vida. Después, el delincuente cambió de idea y disparó sobre la cabeza de uno de sus compañeros. Sintió un inhumano alivio al ver caer al suelo su cuerpo sin vida.
Nota del autor: esta es una dramatización y una metáfora laboral que por ética no voy a explicar, pero a buen entendedor pocas palabras bastan.
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