4 de marzo de 2009

JUSTICIA GÁSTRICA


No sé como son las noches toledanas, pero atendiendo a lo que reza el dicho, hemos tenido una. Nuestro peque se acostó con cuarenta de fiebre. Así que hemos pasado toda la noche, cada hora, entre paños de agua fría y termómetro. Así la fiebre ha ido bajando lentamente hasta la madrugada que se ha acercado a los 39 para repuntar de nuevo. Quizá fuimos unos inconscientes al no acudir a urgencias hospitalarias, pero nos pareció mejor para todos, la familia y los que pudieran tener mayores urgencias, esperar a la mañana, controlar la fiebre e ir al ambulatorio, de urgencia, claro. Hubo suerte, en 20 minutos estábamos dentro. Una mujer citada para recoger una receta nos pide el turno, y accedemos, ¿qué más nos dan ya un minuto arriba o abajo? La mujer entró justificándose ante la doctora, y ella, la doctora, se sintió atacada, por lo que espetó oiga, señora, no tengo la culpa de que la gente venga a urgencias cuando no lo son. No me sentí aludido, si dudaba algo era que en lugar de estar allí debíamos estar en el hospital, pero mi pareja si se sintió ofendida, por lo que entró en estado de alerta. He de decir que la doctora no es que fuera seca, es que fue distante, tanto que hubiéramos necesitado un catalejo para entenderla. Dos miradas, y el resto teclear al ordenador. Un asistente, becario, aprendiz, doctor o lo que fuera (tenía fonendoscopio y bata verde, eso da confianza) examinó a mi pequeño con profesionalidad y educación y dio el diagnóstico: panginas, provocadas por un virus llamado mico no sé qué (yo no voy a entrar, como la doctora, en internet "si es que queréis saberlo"- dijo-). Comentó, eso sí, que la fiebre no era un problema, que hasta 41 no debe uno alarmarse. Mi pareja, que trabaja en neurología infantil, le explicó su versión y era que podía llegarse a una crisis y eso sí tenía consecuencias. A lo que la doctora dio la suya. A todo esto mi hijo estaba en brazos de su madre, esto es, en medio de la discusión. Siempre lo he dicho, entre una madre y un hijo hay un vínculo especial y el nuestro lo ha demostrado hoy. Antes de que la disputa entre profesionales subiera de tono (a todo esto la doctora seguía tecleando, que cuanto trabajo la hemos dado, madre) decidió intermediar por su madre. Lo intentó, pero falló, le faltó fuerza, quizá la noche de fiebre lo dejó débil, por eso la primera bocanada se quedó en el camino, sin impactar sobre la doctora. Eso sí, dejó una parte importate del biberón sobre la mesa. Después mi pareja, que no es rencorosa, redireccionó las arcadas del pequeño para que fueran al suelo. Mi hijo protestó ligeramente, supongo que frustrado por no lograr su objetivo. Desde ese momento la doctora comenzó una, para mí, indecente y de nuevo distante, parrilla de explicaciones acerca de su actitud, explicando que no había intentado cuestionarnos etc. Al final, salimos con cara de idiotas, yo orgulloso de mi pequeño, sin saber muy bien que le pasa, si hay que tener un cuidado especial porque el diagnostico se lo sacamos con sacacorchos, y con la re-evidencia (ya veníamos con ella) de que cuando no tienen ni idea toda la culpa la tiene un virus. Que vamos, digo yo que para solucionar los misterios de la humanidad basta con poner en la cabeza de las investigaciones a este tipo de doctores, en dos horas te dice que a Kenedy lo mató un virus. Desde luego, si la culpa de los males de mi hijo los tiene un virus, el día que lo pille que se vaya preparando que le voy a dar lo que no está en los escritos.
Por suerte esta tarde toca revisión de los nueve meses, volveremos a nuestro médico de siempre, educado y certero, a la par que extranjero, y le pediremos su opinión, para quedarnos tranquilos. Y para la próxima, si mi hijo vuelve a fallar no me limitaré a decirle a doctoras como esta que yo no soy experto (como mi pareja) y que me asusto cuando mi hijo pasa una noche con 40 de fiebre y que si eso le molesta que se dedique a la fontanería, que creo que la estopa no necesita de termómetros.

4 comentarios:

Elena dijo...

¡pobre!... lo malo de esto, amén del virus cabrón, es la sensación con la que te quedas... no todos son así, hay gente increible y con la que a veces tenemos la suerte de toparnos... lo que pasa es que cuando aparece la luz de emergencia, quisiéramos que fuera esa persona la que nos atiende, y a veces no es así.

Aitor estuvo 6 días, con sus lunas y sus soles con un virus, ¡agotado él y agotada yo!... de tanto desnudo y paños menores para que le bajara la fiebre, conseguí que tuviera otitis.... entonces me dieron antibiótico, además del dalsy y/o apiretal pertinente.

¡un beso al gordito para que se ponga bueno pronto!

Jésvel dijo...

Tranquilidad, Larrey, tranquilidad. Los niños se fortalecen con estas cosas (el sistema inmunológico).

La fiebre es síntoma de que el cuerpo se defiende. Si no subre de 41 no hay problema; pero, efectivamente, si sube de 38,5 y con un antipirético no se controla, tiene que valorar un médico.

En los niños casi siempre hay un virus. No te preocupes, peor sería una infección (los antibióticos tienen su lado oscuro).

Sé lo que es tener un hijo enfermo (mis mellizos también tuvieron sus cosas) y sé lo mal que se pasa, pero, les guste a los médicos o no, la Naturaleza sabe más que ellos y mejor.

Anónimo dijo...

pues si la doctora dice que es un virus por algo lo dirá... que digo yo, que soy electricista nada relacionado con el tema y también me pongo nervioso cuando se pone malo mi chaval. saludos

Dudu dijo...

Lo del virus es recurrente. No sé si será verdad pero por mi parte prefiero las bacterias. Con un par de días de antibiótico, como nuevo.
Una vez me dijo un compañero que lo importante era localizar un pediatra bueno, que te ahorraría visitas a urgencias. Y que cierto es que cuando tienes uno bueno, es un "placer" (entrecomillado evidentemente) visitarlo.