La escena le ha gustado, dos mujeres, una sauna, dos cuerpos sudorosos que se encuentran. No eran necesariamente lesbianas, decía el relato, simplemente mujeres, ardientes, que se cruzan en un momento determinado, que de un uy, perdona, no pensaba que estuviera ocupado, pasan a un ¿te importa si me quito la toalla? Y antes de que quisieran darse cuenta estaban rozando sus pieles como por despiste. Una de ellas, la más alta, rubia, para más señas, no parecía nueva, era la que llevaba la voz cantante cuando los sentidos han llamado a rebato. No ha habido besos, y le hubiera gustado, dos mujeres besándose puede ser lo más erótico que haya visto. Pero no, al parecer no hicieron falta. Después de los juegos preliminares, la dominante puso sobre uno de sus muslos sentada con las piernas abiertas a su compañera de jadeos, que se dejaba llevar, todavía desconcertada por los acontecimientos. Desde los pechos, a los que se agarró como si fueran los mandos de una nave, la fue invitando al movimiento. No les costó encontrar la dinámica, las piernas que aprietan, los muslos que se contraen. Un orgasmo, un envidiable orgasmo y la incomodez de lo evidente. Perdona, tengo prisa, creo, esto…no te preocupes, volveremos a vernos, relájate. Ahora lo recuerda, bueno, se va difuminando con su propia fantasía, porque las protagonistas de “su” relato no son la rubia y la morena, sino ella y su profesora de Batuka, ¿por qué no? Esa impresionante mulata de carnes prietas y pechos firmes que la tiene loca en estas últimas semanas. Apoya los pies en la pared y mete la mano entre las piernas, definitivamente dentro de la ropa interior, cansada de juguetear con su humedad mientras leía el relato. Se la imagina, a la profesora, con mano firme recorriendo su cuerpo, tal vez su coño, como ella hace ahora, bordeando el clítoris con dos dedos y bajando hacia lo los labios superiores. La humedad ha empapado sus braguitas. Eso la invita a introducir un dedo, que hurga por un interior reconocible en busca de los rincones adecuados. Con la otra mano se masajea los pechos, por fuera de la camisa y la erección de sus pezones se hace evidente cuando los roza con la palma de la mano. Quiere controlar su respiración, enmudecer sus jadeos. Aprieta los dedos dentro de su coño, se recuesta sobre la cisterna, aprieta las piernas, los dientes, acelera el ritmo, imaginando como la profesora ha perdido por completo el control y le come el coño con hambre de siglos, dos dedos dentro, dos dedos fuera, el clítoris, los pechos…cuando siente el orgasmo se tapa la boca con una mano, mientras que con la otra aprieta el coño con fuerza, como si temiera que éste pudiera gemir también entre convulsiones. Recuperada la respiración, la compostura, el aliento, recompone su vestimenta y tira de la cadena para disimular. Fuera hay una compañera de trabajo que se retoca frente al espejo. Buenos días. Buenos días. ¿Qué tal? Ya ves, de lunes. Vuelve a su ordenador, a su trabajo, a su rutina. Cierra la página de El trastero, y maldice a su autor por el inapropiado cambio a los lunes de el trastero en llamas.
2 de marzo de 2009
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5 comentarios:
jajaj...que bueno...me refiero al desenlace..((escribo mientras me retoco un poco el cabello).
Besos.
Dafne
Me gustaría pensar que el relato también es bueno...y lo digo retocándome el pelo, por su puesto...
El relato está que arde...llega... vaya que llega!!!... y lo digo retocándome...
(no te digo el qué...)jajajajaja
Besos en llamas...
LLarrey el relato es genial....de hecho...nos andamos retocando todos!!!! jajajjaja.....
mañana más...
Besos
Por cierto carpe no puedo seguir tus líneas... dónde están que las vea???
dafne
jajajajjaja...dafne, dafne, no tientes a la suerte...
que mis lineas son arrebatadoras y si te digo donde están puede ser peligroso...jajajajajaja...
Abrazossssssssss
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