No es, ni mucho menos, la primera mujer que tiene dos relaciones, digamos, estables. No es ni tan siquiera la primera que en ambos casos lo hace en calidad de amante. Puede, pero su historia va más allá. Dejadme que os lo explique.
No hay predisposición ni en su forma de ser ni en su físico para que todo esto haya ocurrido. Ha ocurrido, sin más. Conoció a cada uno en circunstancias distintas: en una sala de fiestas y en el gimnasio, compartiendo sudor y bicicleta. En una de esas mitades encuentra la ternura, podría incluso confundirse con el amor. La lleva a cenar, al cine, a dar paseos por lugares románticos. Y también hay sexo, por su puesto, porque una amante que no quiere dejar de serlo busca siempre el sexo. Ella no quiere que dejen a sus parejas, ni mucho menos. En esa primera mitad, digo, encuentra el sexo intenso pero tierno, no hay violencia, sino muchos abrazos, muchos besos, mucha ternura. Es ella la que busca la transgresión. Sabe que, por muy tierno que sea un hombre, hay ciertas cosas a las que no podrá resistirse. Por eso juega con él. Quiero que hoy me penetres por el culito. ¿Estás segura? Claro que lo estoy. Y él se deja llevar y, como no podía ser de otro modo, en las dos primeras embestidas, entre tanta presión y tanto calor, descarga sobre su culito toda la leche. Quiero que te corras en mi boca. Quiero correrme en la tuya. Quiero que me comas la boca cuando tenga tu leche en ella. Ese tipo de cosas son siempre idea de ella. Si por él fuera, se limitaría a comerla a besos en la posición del misionero. Y tiene que reconocer que de los muchos amantes que había tenido hasta ahora, es el que mejor partido le saca a esa tradicional postura, porque la penetra por completo, dejando toda su polla dentro y se mueve con mucha intensidad, frotándose contra su clítoris. En esas circunstancias, ¿para qué mentir? le cuesta muy poco correrse.En la otra mitad, en cambio, encuentra el sexo salvaje, apasionado, loco, desenfrenado, imprevisto, sin preámbulos, sin remilgos, sin convencionalismos ni palabras de ternura. Bocas, manos, labios, coños que se frotan, se lamen, se pellizcan, se arañan. Nunca había tenido una relación estable con una mujer. Había tonteando y más fantaseado con ello, pero los pocos encuentros que tuvo hasta ella fueron mezclados con otras personas o con las drogas, así que poco que recordar. Con ella ocurrió que se desearon desde el primer segundo y se follan con la misma violencia desde entonces. Lo curioso es que esta media parte de su dualidad amatoria tampoco es lesbiana, ni tan siquiera bisexual, porque aunque cueste creerlo cuando la come el coño con esa sabiduría, es su primer encuentro homosexual. Han aprendido juntas, y sus únicos paseos fuera de las sábanas son a locales de lesbianas- aquí no van a pillarnos- y a sex shops especializados, para tu culito, niña, que me da que mi lengua no llega a donde tiene que llegar. Si tu supieras...
Lo malo de esto es que ambas partes, hombre y mujer, suelen hablar de sus parejas. Y no suelen hacerlo bien. Eso la aburre sobremanera. En el caso de él, le cuesta reconducir la conversación para que no acabe diciendo tonterías del tipo la voy a dejar. Ella, en cambio, se limita a demostrar su tedio frente al sexo- siempre hacemos lo mismo, el dichoso misionero- de todo lo demás nada que objetar sobre su marido. Me quiere, eso es de agradecer, sentencia antes de comerle la boca, prólogo de otro orgasmo inminente. Hay problemas adicionales en todo esto. Porque visto así tampoco parece demasiado complejo. Sexo con dos amantes, sexo bueno, corridas, orgasmos, bocas, coños, tetas, una polla ¿qué más se puede pedir? El problema es que los tres han compartido no pocas veces espacio, ella es, digamos, una amiga común. Ahora son hasta compañeros de gimnasio, y no pocas veces han terminado en un bar tomándose unas cañas. El salto definitivo a la locura lo dieron hace unos meses. Después de una docena de cañas con la conciencia tranquila por el esfuerzo previo, dijeron ¿por qué no te vienes a casa? La propuesta era una locura a todas luces, pero media hora después estaban los tres en el sofá, algo tensos, verás, mi mujer me comentó…bueno, a decir verdad, hemos pensado… y comenzaron a desnudarla. Dos cuerpos a los que había besado, arañado y comido por separado, ahora, ignorantes, la comían a ella en una intensa danza de lenguas y labios. Así fue como pasó de tener dos amantes, a tener tres: ella, él y ellos; porque la condición que les puso a cada para seguir con el juego entre los tres era no reconocer que eran amantes también por separado. Y, la verdad, desde entonces, se siente maravillosamente agotada.
No hay predisposición ni en su forma de ser ni en su físico para que todo esto haya ocurrido. Ha ocurrido, sin más. Conoció a cada uno en circunstancias distintas: en una sala de fiestas y en el gimnasio, compartiendo sudor y bicicleta. En una de esas mitades encuentra la ternura, podría incluso confundirse con el amor. La lleva a cenar, al cine, a dar paseos por lugares románticos. Y también hay sexo, por su puesto, porque una amante que no quiere dejar de serlo busca siempre el sexo. Ella no quiere que dejen a sus parejas, ni mucho menos. En esa primera mitad, digo, encuentra el sexo intenso pero tierno, no hay violencia, sino muchos abrazos, muchos besos, mucha ternura. Es ella la que busca la transgresión. Sabe que, por muy tierno que sea un hombre, hay ciertas cosas a las que no podrá resistirse. Por eso juega con él. Quiero que hoy me penetres por el culito. ¿Estás segura? Claro que lo estoy. Y él se deja llevar y, como no podía ser de otro modo, en las dos primeras embestidas, entre tanta presión y tanto calor, descarga sobre su culito toda la leche. Quiero que te corras en mi boca. Quiero correrme en la tuya. Quiero que me comas la boca cuando tenga tu leche en ella. Ese tipo de cosas son siempre idea de ella. Si por él fuera, se limitaría a comerla a besos en la posición del misionero. Y tiene que reconocer que de los muchos amantes que había tenido hasta ahora, es el que mejor partido le saca a esa tradicional postura, porque la penetra por completo, dejando toda su polla dentro y se mueve con mucha intensidad, frotándose contra su clítoris. En esas circunstancias, ¿para qué mentir? le cuesta muy poco correrse.En la otra mitad, en cambio, encuentra el sexo salvaje, apasionado, loco, desenfrenado, imprevisto, sin preámbulos, sin remilgos, sin convencionalismos ni palabras de ternura. Bocas, manos, labios, coños que se frotan, se lamen, se pellizcan, se arañan. Nunca había tenido una relación estable con una mujer. Había tonteando y más fantaseado con ello, pero los pocos encuentros que tuvo hasta ella fueron mezclados con otras personas o con las drogas, así que poco que recordar. Con ella ocurrió que se desearon desde el primer segundo y se follan con la misma violencia desde entonces. Lo curioso es que esta media parte de su dualidad amatoria tampoco es lesbiana, ni tan siquiera bisexual, porque aunque cueste creerlo cuando la come el coño con esa sabiduría, es su primer encuentro homosexual. Han aprendido juntas, y sus únicos paseos fuera de las sábanas son a locales de lesbianas- aquí no van a pillarnos- y a sex shops especializados, para tu culito, niña, que me da que mi lengua no llega a donde tiene que llegar. Si tu supieras...
Lo malo de esto es que ambas partes, hombre y mujer, suelen hablar de sus parejas. Y no suelen hacerlo bien. Eso la aburre sobremanera. En el caso de él, le cuesta reconducir la conversación para que no acabe diciendo tonterías del tipo la voy a dejar. Ella, en cambio, se limita a demostrar su tedio frente al sexo- siempre hacemos lo mismo, el dichoso misionero- de todo lo demás nada que objetar sobre su marido. Me quiere, eso es de agradecer, sentencia antes de comerle la boca, prólogo de otro orgasmo inminente. Hay problemas adicionales en todo esto. Porque visto así tampoco parece demasiado complejo. Sexo con dos amantes, sexo bueno, corridas, orgasmos, bocas, coños, tetas, una polla ¿qué más se puede pedir? El problema es que los tres han compartido no pocas veces espacio, ella es, digamos, una amiga común. Ahora son hasta compañeros de gimnasio, y no pocas veces han terminado en un bar tomándose unas cañas. El salto definitivo a la locura lo dieron hace unos meses. Después de una docena de cañas con la conciencia tranquila por el esfuerzo previo, dijeron ¿por qué no te vienes a casa? La propuesta era una locura a todas luces, pero media hora después estaban los tres en el sofá, algo tensos, verás, mi mujer me comentó…bueno, a decir verdad, hemos pensado… y comenzaron a desnudarla. Dos cuerpos a los que había besado, arañado y comido por separado, ahora, ignorantes, la comían a ella en una intensa danza de lenguas y labios. Así fue como pasó de tener dos amantes, a tener tres: ella, él y ellos; porque la condición que les puso a cada para seguir con el juego entre los tres era no reconocer que eran amantes también por separado. Y, la verdad, desde entonces, se siente maravillosamente agotada.
1 comentario:
MMMM....cuanta gente.Se necesita ser toda una relaciones públicas para lograr entendimeintos...y que cosas pasan en los gimnasios... yo voy al acuagym será por eso que no me suceden esas cosas...o será por el físico??? ya me ha entrado la duda!!!!jejej
Besos a banda(como el arrocito..pero sin pasarse)
dafne
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