Mi hijo tiene muy buena memoria. Y eso tiene su lado malo: cuando lleguemos a casa te doy una chocolatina. Esa inocente frase que puede buscar un impulso, se convierte en su cabecita en un axioma y cuatro horas después reclama, con toda justicia, el premio prometido. También las frases que dices o lo que haces queda procesado, de tal forma que puede recordártelo, como todo los niños sin convencionalismo alguno, en el momento más inoportuno. También recuerda a las personas y lo que les ocurre (un amigo con un hueso roto) y los lugares. Este es el colegio de mi amiga. Este es el camino de casa de los primos. Por aquí no me lleva la abuela a su casa. En el barrio están haciendo una biblioteca nueva, muy moderna, y como queremos despertar en él el interés por la lectura y que visite este tipo de recintos antes que su padre, que no usó una hasta llegar a la universidad, pues hemos ido celebrando los cambios en su construcción. Este fin de semana pasamos por la calle y a más de trescientos metros me dijo, papá, ya está terminada la oficina de libros. No era verdad, pero el edificio desde lo lejos lo parecía. Y también pasamos cerca del centro de salud, ambulatorio, para ser más castizo. Lo señalé y le dije, ¿sabes que es este edificio? Lo miró con sincero interés, torció el gesto y me dijo, no papi. Así que, en ese momento me di cuenta de que mi hijo tenía muy buena memoria y nosotros muy buena suerte.
31 de marzo de 2009
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1 comentario:
Pues sí, eso es buena suerte...los míos cuando pasamos por el Hospital dice, ahí nacimos y ahí nos llevas cuando estamos muy malitos ¿a que sí mami?....buena memoria
Lo de la Biblioteca será un mundo por descubrir....¡fenomenal!
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