2 de septiembre de 2008

MILAGROS

Robé hace tiempo esta frase: soy ateo por la gracia de Dios. Y eso que siempre he pensado que Dios tenía más bien poca gracia. En el fondo soy ateo por hacerme preguntas. Las respuestas no me gustaban, y ese enfrentamiento entre razón y fe (antagónicas) me llevó a una evidencia, primero dolorosa, y después reveladoramente satisfactoria: Dios no solo no existe, sino que no puede existir.
También me he dado cuenta de que los milagros ayudaban a preparar la escalada a mi ateismo. En mi pueblo, el primer día de fiestas, como en otros miles de pueblos de España, se realiza la romería, en este caso de la Virgen de Consolación. Ahí va otra, ¿cuantas Vírgenes hay?, porque claro, si unos adoran a la Moreneta ¿es que no creen en la misma Virgen que creía mi abuela?. Politeísmos encubiertos o no, es un día especial en el pueblo. La gente se engalana para recibir a los cientos, sino miles, de personas que han venido andando desde la virgen, una especie de aldea donde descansa gran parte del año (a unos 18km del pueblo). Hace muchísimos años, entre la muchedumbre, entró un coche desbocado, sin frenos. Atravesó el tumulto como si fuera un cuchillo y éste mantequilla y acabó su alocado circular empotrándose contra uno bordillo y unos setos. A parte de los gritos y el susto no hubo heridos y pronto cundió el cántico, ¡ ha sido la Virgen !, milagro, ¡ milagro !. A mí, en mi inocencia, me dio por pensar, joder, pues si quería hacer un milagro de verdad ya podía no haber dejado que se le estropearan los frenos y nos diera a todos un susto de cojones. Claro, pensé, es que sino esta gente no se hubiera enterado y no estaría gritando milagro, milagro. Así que, sin ponerle palabras técnicas, entendí que todo era una cuestión de márketing, y los dioses y vírgenes hábiles vendedores de sus productos.
¿No os parece?. Una mujer enferma sana en su lecho de muerte después de diez años de penosa enfermedad. Joder, san Noseque, un poquito de humanidad, con no haber permitido que enfermara nos hubiera bastado. Ese santo ¿es un despistado?, ¿cruel?, ¿un mandado?. Estas preguntas, y otras de la misma índole, son las que me invitaron a abandonar mis creencias heredadas y ver la luz del ateismo. Tampoco voy a negar que eso de que hubiera un tipo que todo lo viera, incluyendo mis jueguecitos nocturnos, me parecía un poco escandaloso, morboso y de mala educación. Así que decidí que nadie podía verme, a todo esto, a Dios gracias, en cada dichoso momento de mi vida. ¡ Qué alivio !.

3 comentarios:

Ángela dijo...

Pero es que hay muchísima gente a la que le gusta la ciencia-ficción y... ya sabes.

Anónimo dijo...

pues "bendito sea" el que-lo que tuviera la ocurrencia de encender el interruptor de la vida y que podamos disfrutar de la que nos ha tocado vivir.
salu2

ralero dijo...

Yo, cuando de estas cuestiones se trata siempre echo mano de un magnífico poema de la genial Idea Vilariño.

QUÉ HORROR

Qué horror
si hubiera dios
y si esas dos estrellas
pequeñas parpadeantes y gemelas
fueran los dos ojitos
mezquinos
acechantes
malévolos
de dios.


Un abrazo.