26 de septiembre de 2008

BRICOPAPÁ

Cuando uno se prepara para ser padre va adivinando los frentes en los que le tocará mejorar. Teoría del pañal o como acertar con seis kilos de terremoto y culo manchado. No confundir a las cuatro de la mañana leche en polvo con cereales. Diferenciar entre un poquito caliente y cuidado que te abrasas. Paciencia, toneladas de paciencia. Todo eso vas concienciado de que te va a tocar aprender. En cambio hay otras tareas que te llegan como por sorpresa. La fontanería. Porque alguien alguna vez debería escribir una tesis sobre la atracción que sienten los niños por la taza del vater, ese misterioso mundo de defecación y agua, una agujero blanco a otra dimensión. Mi hijo no me deja de preguntar a dónde va toda ese agua (por limitarnos a un elemento) cuando en realidad creo que me está preguntando ¿qué hay al otro lado, papá?. Es un espacio misterioso que invita a la aventura, al riesgo. Atendiendo a estas premisas uno debería limitar los objetos del entorno, pues son susceptibles de conocer ese otro lado que tanto misterio le genera a mi pequeño. Pues bien, uno de los objetos que quiso aventurar si flotaba o no, si resistía el torbellino del agua purificadora, es el receptáculo de la dichosa pastillita del pato, esa de color azul turquesa potente y que se supone que higieniza cada sentada, pulsado mediante. Allá que se fue la estructura blanca, al otro lado. Bueno, en realidad no, al otro lado no, quedose en el camino, para mi desgracia. Recurrí a internet. Una fregona, metida en una bolsa. Dale que te dale, dale que te dale. Parece que sí. Primer intento. Pues no, parece que no. Dos días después la evidencia me rondaba: o fontanero o aventura. Aventura, ¿por qué no?. Así que con la ayuda de mi madre, que para su desgracia pasó por allí, la pareja conocida por películas como Esta casa la pintas tú o No hay quien limpie estos sofás se lanzó a la aventura de desmontar un vater. Os ahorraré los detalles más escatológicos del evento y os resumiré que no es tan complejo, un manguito, dos palometas y dos tornillo con los que, para mí y espero que para mi hijo, ese lugar ha perdido todo su misterio. Ya sabéis, superpapi al ataque...¡¡¡ la fregona no, hijo, la fregona no !!!.

1 comentario:

Elena dijo...

(No tiene nada que ver con el artículo).ñ

Dile a tu suegra q la nombramos en casa el otro día, porque Pau tuvo el otro paleto en un hilo y yo intenté arrancarselo pero al final no pude....¡si estuviera aquí la abuelita de rubén!...se le cayó al día siguient solito y por supuesto ya vino el ratón pérez a visitarnos.

Un beso.