8 de septiembre de 2008

CROMOS


Era Ochotorena, el portero suplente del Real Madrid. Bajé nervioso. Había sonado el telefonillo. Chupi, mi viejo amigo Joaquín, estaba en la calle, acompañando a Telex (Carlitos) al kiosko. El ritual de siempre. 5 sobres de cromos (entonces no tenías que añadir "de fútbol"). Abren uno, repes, alguno que no tenie, abren otro y zash, ahí aparece el portero, en postura de entrenamiento. Anda, es el que le falta a Larrey. Chupi, que era buen amigo, se lanza a la carrera a avisarme. No puede ser, le digo al otro lado del telefonillo, ¿en serio?. Que sí, tío, que le ha salido Ochoto, que te bajes que te lo cambia. Estaba nervioso. Busqué una camiseta cualquiera, un pantalón cualquiera y mi paquete de cromos. El negocio se zanjó rápido, en mi contabilidad había más de mil cromos, así que no me andé por las ramas, 100 cromos te doy por él. Se le hicieron los ojos chiribitas mientras le contaba el paquete. Unos minutos después Ochotorena reinaba en el último album de cromos que terminé en mi vida, hasta ahora...
Porque ha funcionado el márketing de El País. Un album gratis, mira, peque, esto lo coleccionaba papi cuando era pequeño, una decena de cromos gratis y listo, ya me ha picado la nostalgia. Aquí me tenéis, pidiendo cromos, 30 años después, en el kiosko. Con más presupuesto, eso sí, y mucho menos campo de acción, porque no está el parqué del patio para los negocios. Aunque el viernes vi a otros dos compañeros de trabajo, padres también, taco de cromos en mano, intercambiando nostalgia. Lo que es la vida. A mi hijo, con toda lógica, camino de los cuatro años, no le interesa demasiado, no sabe leer y para él solo hay dos equipos: los buenos y los malos. Bueno, en el fútbol en realidad tiene cuatro: el Liverpool, el New Team de Oliver, el España y el Caí (Cádiz). Pero aquí está su padre, tan cabezota como nostálgico, a sus 35 años pegando cromos. Ah, encima de los primeros que pegué fue el de mi viejo amigo Ricardo. ¿El destino?.

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