18 de septiembre de 2008


Capullos

Si cuando digo que somos tontos, es que lo somos. Me ha puesto del revés esta semana el hecho de que se desarrolle la Pasarela Cibeles y haya llegado eso, un tonto y capullo, y haya decidido que desde ahora se llamará Madrid Fashion Week. Lo primero, el tío se ha quedado tan ancho, con dos cojones, y aquí nadie ha dicho nada. Lo segundo, ¿os imagináis que llega un capullo y dice que la Mostra de Venecia se llamará a partir de ahora Venecia Cinema Festival o que Roland Garros pase a llamarse France Open a secas? Pues se montaría la de dios, pero en este país como somos tan idiotas y palurdos nos callamos y aceptamos sin rechistar.

Los mayores capullos de este país son aquellos que se han ido a estudiar a los Estados Unidos y vuelven contagiados por la ortodoxia liberal y usando en castellano palabras del inglés tan absurdas como packaging, timing, etc, que tienen su correspondiente palabra en castellano pero que queda más cool decirlo así para darnos a entender que los demás somos muy poca cosa.

Muchos de estos tipos son los que ostentan los mejores puestos en las grandes firmas económicas y financieras de este país, no tanto por sus conocimientos de expertos como por su nivel altísimo de inglés gracias a su estancia en los United States.

Hay de todo evidentemente, pero muchos de estos son los que llevan desde los años 90 preconizando que el sistema económico y financiero debe regirse únicamente por lo que dicte el mercado. Son los neoliberales económicos que defienden que ese mercado es el único regulador y que hay que dejarle actuar para que solucione cualquiera de los avatares que le salpiquen.

Curiosamente ahora, cuando cientos de estos capullos han estado engrosando sus cuentas corrientes a base del esfuerzo de miles de empleados que han sacado adelante las empresas a cambio de sueldos irrisorios, resulta que esas empresas están empezando a resultar meros fuegos de artificio ficticios. Los bienes que ofrecía el mercado están dejando a la luz una desastrosa ingeniería financiera en la que se han embarcado muchas empresas que en la realidad eran puro aire y que han estado funcionando durante años de la nada.

Y ahora que las cosas vienen mal dadas y suena el sálvese el que pueda, con todos estos capullos protegidos en contratos blindados, mientras los demás trabajadores se ven abocados a regulaciones de empleo y estancamiento aún mayor de los salarios, se empieza a pedir que intervenga el Estado. Así el Banco Central Europeo y el Americano inician su proceso de inyección de capital para que la liquidez permita seguir jugando a lo que hemos vivido en los últimos años, grandes fuegos artificiales que salven a empresas para que no se colapse el sistema.

Si ya lo decía Keynes, el intervencionismo en la economía es clave para su buena salud. ¿Surgirá otro Karl Marx que actualice sus ideas y las lleve hasta el siglo XXI? Espero ansioso.

1 comentario:

Didac Valmón dijo...

Amén, querido, amén...poco más que añadir. Una gran verdad todo esto. A mi lo del lenguaje me toca la fibra sensible