16 de septiembre de 2008

EL TULLIDO ILEGAL

Imagino que los bienpensantes de este país, los que consideran un peligro al inmigrante, que ven en las pateras la silenciosa invasión de los desheredados y criminales, en las fronteras de altas rejas y fuertes alambradas el único camino para preservar los valores patrios, estarán ahora mismo indignadísimos porque un tullido (le falta un brazo, para más inri) esté representando a nuestro país, ¡ un ilegal !, que fracasó varias veces intentando llegar a nuestra santa tierra hasta conseguirlo, luciendo por ahí con orgullo una camiseta en la que se puede leer claramente ESP. Y no solo eso, sino que el inmigrante ilegal tiene la desfachatez de ir ganando carreras, de hacer que suene el himno y de emocionarse en el podio mientras suena ese mismo himno que eriza la piel a muchos de los que quisieron echarlo al mar por la osadía de buscarse un futuro mejor. Tiene la valentía de querer representarnos a todos, como si encima estuviera agradecido y se sintiera orgulloso, ¿ habráse visto semejante desfachatez? No sé los demás, pero yo no necesitaba saber que corrías y que ganabas carreras para sentirme orgulloso de tí, por el valor que hay que tener para subirse a una patera. No necesitaba siquiera saber quien eras. Otros necesitarán de tus triunfos, Abderraman, para considerarte español, para mí ya lo eras más que muchos cuando en tu aldea soñabas con nosotros, con la tierra de la vida mejor.
Creo que si la hipocresía alimentara, este sería un país de obesos mórbidos.

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