6 de mayo de 2008

QUEDARSE HASTA TARDE


En El País la semana pasada pusieron un interesante artículo titulado estar más no significa trabajar más. En esencia habla del cambio de tendencia a nivel mundial en torno al presencismo laboral, habida cuenta de que las empresas están descubriendo que a mayor tiempo en el puesto de trabajo menor rendimiento. Una vez cada ciertos meses nos toca una guardia de viernes, es el último del mes, un cierre. Podemos estar hasta las once o las doce de la noche, pues es imposible seguir rindiendo a nivel, el cerebro se bloquea y para guardar fuerzas hay que dedicarle las horas previas al ocio, la lectura, películas, juegos, lo que sea. El cuerpo tiene un límite. Y lo tiene cada día y en el conjunto de una vida laboral. No se puede exprimir a un trabajador hasta el límite y luego esperar que rinda y que todas las decisiones que tome sean las correctas. En España, lo dice el artículo pero lo sabemos todos, todavía pervive la cultura del quedarse el último. Y como nos cuenta J.A.Aunión en su artículo, es fácil encontrarse con gente que marea los papeles para no ser el primero en sacar el culo de las sillas y los dedos de las teclas. No les estoy culpando, entre otras cosas porque eso, tiene buena imagen, todavía se puede escuchar eso de es un buen trabajador, siempre se va el último. Hay gente que tiene una táctica infalible para eso, y es llegar antes que el jefe e irse justo después. De tal manera que si el jefe olvidara el móvil se los encontraría en las escaleras corriendo hacia la calle.
Tengo suerte en lo relativo a los horarios. No así en la conciliación de la vida laboral y familiar, pero porque creo que trabajar es en sí mismo ir en contra de la conciliación. Madrugo mucho para poder salir a las cinco de la tarde y eso me permite, atasco mediante, disfrutar de todas las tardes con mi hijo, sin excepción. Jamás nadie ha cuestionado mi trabajo por ser el primero en irme, ni tampoco al contario, se me ha valorado de más por ser el primero en llegar, entre otras cosas porque nadie me ve hacerlo. Me valoran mi trabajo por los resultados, por mi actitud frente a los problemas y en mi relación con los demás, porque de mi trabajo depende el de otros y a la inversa. Y es una postura inteligente, la empresa se asegura mi fidelidad. Si he de ir un día al médico no necesito justificante, porque mis precedentes les aseguran que si voy es porque tengo que ir, y porque nadie va a hacer mi trabajo mientras yo no esté, y éste tiene que salir, como todos los meses. Las empresas deberían madurar y confiar en sus trabajadores. Luego habrá decepciones, claro, gente a la que se le de la mano y se tome el brazo, el cuello y hasta la cabeza, pero ¿es mejor tener a alguien tonteando en internet o removiendo papeles sin sentido? Somos personas adultas y sabemos de nuestra responsabilidad, que es hacer el trabajo. Y tiempo lo perdemos todos, fumando, el café, internet, una llamada, nadie, nadie es capaz de trabajar ocho horas sin descanso. La odiosa figura del jefe inquisitorial que mira entre las persianas de su despacho si los trabajadores están al tajo debería desaparecer del imaginario ibérico. Un poco de confianza, señores, que los tiempos de Manolo, vente pa Alemania pasaron hace mucho. Digo yo.

2 comentarios:

almena dijo...

¿Cuándo aprenderán las empresas que más presencia no es mayor productividad?
Quizá ya lo saben pero... ¿les gustará mortificarnos?

:)

Pedro dijo...

Hay que tener presente que el MÁXIMO de horas a trabajar son ocho, no el mínimo.