Acúname, madre, en la mar
De corales y de espuma,
Cóseme, madre, un vestido,
Que, aunque tú ya estás viejita,
Sigo siendo como un niño
Que, sin mar, vaga desnudo
Con el salitre adherido
A la piel y a la garganta
A la mirada y su nido.
¿Sabes?, madre, tengo miedo
A morirme despacito
Sin haber sentido el mar
Arrullando mis latidos,
Sin el sabor a mareas
Que ambicionan mis sentidos,
Y sin gozar de las olas
Como si fuese un chiquillo;
Que muero, madre, de pena,
Por un cariño perdido,
Y me adelgazan la sangre
Nostalgias como colmillos;
Tengo, madre, el alma yerma
Por la arena del olvido,
Y del hambre de la ausencia
Mi corazón desnutrido;
Madre que me estoy perdiendo
Madre que sangro rendido,
Madre que me duele el alma,
Madre que pavor respiro;
Tú no me abandones, madre,
Y obra en tu pecho un prodigio:
Como está mi quilla rota
Y mi timón se ha partido,
Regálame por mi santo,
De la mar, un caballito,
Que cabalgue a lo más hondo
Del océano infinito;
Que me acerque en su galope
Al confín de mi destino
Y que anegue mis pulmones
De impenetrables abismos;
Y sonoras caracolas
Que susurren a mi oído
Cantos de amor imposible
De los azules nacidos;
Téjeme dos alas blancas
Para mi palo rendido
Que se pudrieron mis velas
De desespero y hastío,
Alas blancas como lunas,
Como faros encendidos,
Que mi mirada está ciega
Y no encuentro mi camino;
Y despliega con caricias,
De algas, un lecho muy fino,
Que me aparte de este insomnio
Donde agonizo sumido.
Madre, estréchame en tus brazos,
Que estoy henchido de frío,
Ven a arroparme en la noche
Que mis sueños he perdido;
Y si canta una sirena,
Reclamándome a gemidos,
Deja que me marche, madre,
Que sin su luz ya no vivo.
Cóseme, madre, un vestido,
Que, aunque tú ya estás viejita,
Sigo siendo como un niño
Que, sin mar, vaga desnudo
Con el salitre adherido
A la piel y a la garganta
A la mirada y su nido.
¿Sabes?, madre, tengo miedo
A morirme despacito
Sin haber sentido el mar
Arrullando mis latidos,
Sin el sabor a mareas
Que ambicionan mis sentidos,
Y sin gozar de las olas
Como si fuese un chiquillo;
Que muero, madre, de pena,
Por un cariño perdido,
Y me adelgazan la sangre
Nostalgias como colmillos;
Tengo, madre, el alma yerma
Por la arena del olvido,
Y del hambre de la ausencia
Mi corazón desnutrido;
Madre que me estoy perdiendo
Madre que sangro rendido,
Madre que me duele el alma,
Madre que pavor respiro;
Tú no me abandones, madre,
Y obra en tu pecho un prodigio:
Como está mi quilla rota
Y mi timón se ha partido,
Regálame por mi santo,
De la mar, un caballito,
Que cabalgue a lo más hondo
Del océano infinito;
Que me acerque en su galope
Al confín de mi destino
Y que anegue mis pulmones
De impenetrables abismos;
Y sonoras caracolas
Que susurren a mi oído
Cantos de amor imposible
De los azules nacidos;
Téjeme dos alas blancas
Para mi palo rendido
Que se pudrieron mis velas
De desespero y hastío,
Alas blancas como lunas,
Como faros encendidos,
Que mi mirada está ciega
Y no encuentro mi camino;
Y despliega con caricias,
De algas, un lecho muy fino,
Que me aparte de este insomnio
Donde agonizo sumido.
Madre, estréchame en tus brazos,
Que estoy henchido de frío,
Ven a arroparme en la noche
Que mis sueños he perdido;
Y si canta una sirena,
Reclamándome a gemidos,
Deja que me marche, madre,
Que sin su luz ya no vivo.
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