12 de mayo de 2008

ALEGRARSE

El deporte algunas veces es una metáfora de la vida. Ahora que llega el final (por eso debe de ser que me acuerdo tanto de él para escribir) de la gran mayoría de las ligas deportivas, me da por reflexionar sobre lo curiosa que es la alegría cuando está relacionada con un resultado, ya sea deportivo, o de otra índole. Es caprichosa está sensación de júbilo, pero también es generosa y sabe readaptarse a las necesidades del usuario. Intentaré explicar lo que digo con un ejemplo actual: el Valencia FC. Es un equipo de los que llaman grandes, por historia y por presupuesto. Y también, como todos, es una empresa, por lo que al principio de cada ejercicio se plantea unos objetivos, unos mínimos y unos máximos. Los primeros son, por ejemplo, llegar a Europa (para los profanos en la materia, estar entre los seis primeros) y de los segundos algún título, cuantos más mejor. Pues las cosas no han ido bien, ni mucho menos, y la gente no está contenta, pero se da la curiosa circunstancia que evitar el descenso es un motivo de alegría, y si esto se logra en el último minuto, de forma agónica, provocaría en el público, jugadores y directiva un mayor grado de alborozo que hacerlo una semana antes, cuando da tiempo a la reflexión y entonces es todo un desastre. Es el resultado de evitar el desastre con épica, que es otra forma de alcanzar el triunfo.
Y esto se puede aplicar a otras muchas cosas. Por ejemplo, nos alegramos de encontrar algo que hemos perdido más de lo que nos alegramos de tenerlo. Y con las relaciones humanas mucho más, nos alegra más reencontrarnos con un viejo amigo que las ganas que tenemos para forzar un encuentro. Estos encuentros, además, lo digo a modo anecdótico, siempre terminan con un tenemos que vernos más o como mínimo con un día de estos quedamos. Con los exámenes pasaba lo mismo, estudiabas para sacar nota y si te salía mal el examen y aprobabas era mucho mejor que sacar un sobresaliente, dónde va a ir a parar.
Supongo que en el fondo lo que realmente nos genera miedo, angustia es la derrota, o la pérdida, sobre todo cuando es la de un ser querido. Pensar que alguien a quien amas ha sufrido algún daño serio y está en riesgo de perder la vida, que luego no ocurra y sea una falsa alarma es la alegría de saber que todo seguirá igual, que en el fondo, cuando se trata de personas a las que se quiere, es lo mejor que nos puede pasar.

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