Cuando uno piensa en profesiones heróicas siempre se declina por un bombero, salvando de las llamas a un asustadizo niño, a un profesional de salvamento marítimo arrancando de una ola asesina al marinero simiahogado, al médico que salva la vida en una dramática operación a corazón abierto...en cambio, hay profesiones donde el grado de heroicidad de sus profesionales es tanto o mayor que este y que no se valoran en su justa medida. No son llamativas, no salvan vidas, no aparecen en las noticias, pero al igual que un torero que se ponde frente a un morlaco de quinientos kilos sabiendo que pobre vicho en su inútil y desesperada lucha por sobrevivir se puede llevar su vida por delante (¿para cuando un indulto a toros que cornean al torero?¿no hay igualdad entre torero y bicho?), estos profesionales de los que hablo cada mañana se calzan su profesión a cuestas y se juegan la vida sin que nadie les valore por ello. ¿No me creeís?, voy a hacer la prueba. ¿Qué planes tienes para mañana?, vale, pues te voy a invitar a dar una vuelta por la ciudad, en hora punta, con papás y mamás atacados porque no pueden dejar a sus niños a tiempo en el cole para llegar al trabajo, con transportitas, taxistas, buseros y demás pobladores de la jungla asfáltica, pero no vas a conducir tú, vas a ir de copiloto, y a tu lado, amarrado al volante y muerto de miedo habrá un chaval de 18 años que no ha visto un coche por dentro más que en los viajes al pueblo con su padre, y en el asiento de atrás, que lo más parecido que ha manejado a un volante son los mandos de la play y para el que el juego de acelerar y frenar y embragar es algo así como una operación de álgebra incomprensible. ¿Qué me dirías?, pues que mejor me espero fuera y que ya irás cuando nos la peguemos a echarnos una mano, ¿no?. Pues eso es lo que hace un profesor de autoescuela durante toda su carrera. Se pone en manos de inexpertos para enseñarles a manejarse por la ciudad. Y menuda ciudad. No es broma lo que digo, ni tengo un familiar profesor y quiero en estas líneas hacerle un homenaje. No, es que es verdad, hace no mucho me encontré en la calle con esa escena, un coche de autescuela que frena a lo bestia y ahí estaban, profesor y alumno muertos de miedo, supongo que viendo pasar su vida por delante, como dicen que pasa. Sí, creo que no se ha dicho lo bastante alto y lo bastante claro, para ser profesor de autoescuela o hay que estar muy loco, o ser muy, pero que muy valiente.
7 de mayo de 2008
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