9 de mayo de 2008

DEPENDIENTES


¿Qué le pongo?, vaya que si me pones, decía la canción cuando era una muchachita macizorra tras una barra la que te hacía esta pregunta. Hoy me ha dado por reflexionar sobre esta profesión, la de dependiente. ¿No os parece ya cachondo el nombre?, dependiente, dependiente ¿de qué?, ¿de quien?, ¿del cliente?, ¿del jefe?, ¿de los productos que vende?. Tengo un familiar que dice que el mejor cliente que te puedas echar a la cara ya es un hijo de punta. Y yo le digo que en ese caso no solo me está incluyendo a mí, sino a sí mismo, porque todos somos juez y parte en estos casos, unos más que otros, claro. Como mínimo clientes somos todos alguna vez en la vida, le dije. Y él siguió con su argumento, convencido estaba. Y puede que no le falte razón, pero aquí creo que estamos tomando una parte por el todo. Digamos que hay hijos de puta en el cesto (y dale con las madres meretrices), pero no todos lo somos. Y que conste que no me pongo de parte del dependiente por que sí. Tuve un amigo que un verano trabajó vendiendo melones...creo que esta siemple frase ya me convierte en alguien especial, ¿cuantos pueden decirlo?. El caso es que él, fuera de los que por aqul entonces salían en el Man o en el Interviu , porque por aquel entonces internet era una entelequia, de melones, lo que se dice melones, sabía más bien poco. Su jefe, que tenía varios puestos por toda la ciudad, le dijo que no había problema, que para esto había una táctica infalible que debía poner en marcha en todos los casos, y que consistía básicamente en elegir uno, tocarlo como si sus manos fueran las más sabias meloneras de la historia, e independientemente del resultado del tacto, desestimarlo, elegir otro, sonréir y decir, este, este está mucho mejor. Y funcionaba, vaya que si funcionaba. Ayer mismo presencié una escena de lo más común, pero que es la que me invitó a escribir esto. En la frutería un hombre se acerca y le dice al dependiente dame una piña, pero que esté bien. ¿Qué espera con esa frase?. Ay, vaya, señor, lo siento, en esta frutería solo servimos piñas pochas, si quiere piñas buenas váyase a otra. Todo lo que tiene ese hombre en su frutería es de máxima calidad, a no ser que lo tenga en las manos para palparlo, claro. ¿Es una especie de contrato verbal que le permetiría al cliente regresar si la compra no era buena y decir aquello de te dije que me la dieras buena?. Serán formalidades, pero la verdad es que me da que pensar, como casi todo. Claro, que estas frases formales son peligrosas, porque pueden invitar al despiste. ¿Qué desea?, pues mira, desearía que mi marido me quisiera más, que mis hijos me respetaran, que la vecina del quinto no fuera tan guarra por al ventana...Ah, ¿de pescado?, un mero, por favor. Hay un chiste que siempre me hizo mucha gracia, pero cada vez que lo cuento deja indiferente a los demás. Está un señor en un bar, se le acerca el camarero y le dice, ¿qué desea?, a lo que responde el cachondo hombre, la paz del mundo, la Champions para el Madrid...ah, para tomar, ¿qué hay?, a lo que responde el camarero, pues nada, por aquí, ya me ves, sirviendo copas...
El caso es que si buscabas un buen artículo, espera, espera, este no está del todo bien, miras más abajo, sí, este, este te gustará mucho más.

3 comentarios:

ralero dijo...

Je, je... o aquel otro tan antiguo...

- ¿Esa dorada estará fresca, no?

- ¡No va a estar fresca, caballero, si lleva tres semanas en el congelador!

Abrazos.

Larrey dijo...

jejeje, me has recordado otro:
- ¿Esa carne es de confianza?
- Y tanto, señora, lleva dos meses en el mostrador.

Anónimo dijo...

Así me gusta, Larrey: que hagas la compra...así, si le dan alguien una piña cojonuda, que sea a tí, je je

Saludillos... me hiciste reir, jodío