Tengo un objetivo muy claro en la vida. Soy de la opinión de que todos lo tenemos. Luego hay objetivos independientes de menor calado que ocupan parcialmente los intereses de nuestra vida, objetivos que se van cumpliendo o no, pero con un principio y un final dentro de nuesto devenir vital: acabar los estudios, sacarse el carné, encontrar un trabajo, comprarse una casa, ser padre. Muchos te van viniendo dados y te limitas a cumplirlos, a ponerles empeño, otros son de tu cosecha y a ellos dedicas los esfuerzos más agradables.Pero yo hablo de un objetivo global, que más que un objetivo, dado que sería algo así como un modus vivendi, podríamos llamar filosofía de vida. Y ese objetivo en mi caso lo tengo muy claro: ser buena persona. Sí, no lo niego, creo que soy buena persona y me gusta serlo, me gusta serlo y darme cuenta de que lo soy y más cuando los demás, de un modo u otro, me demuestran que ellos también piensan lo mismo. Lo reflexioné ayer en el coche, que es como una terapia del pensamiento diario, porque es el máximo tiempo que paso sólo cada día. Fue un pequeño detalle, simplón, de la circulación. Me salía de la autopista por el carril adecuado. A mi izquierda circulaban, por tanto, los vehículos que continuaban su marcha. Vi un coche a la izquierda que aceleraba para sobrepasarme, pero con el intermitente puesto hacia la derecha. Apenas quedaban metros, la salida estaba ahí. Si yo hubiera seguido mi ritmo ese coche o se queda sin salirse (no niego que podía ser un "listo") o verse obligado a bajar peligrósamente la velocidad para entrar tras de mí. Lo que hice fue frenar ligeramente de tal modo que el listo (o no) pudo entrar sin poner en peligro la vida de nadie. Unos metros después llegamos a una glorieta de esas tan intensas de tráfico que como los que estén dentro no permitan la incorporación nunca puedes entrar. Pensé, yendo delante nuestro amigo el listo, que éste sería generoso y recordando mi altruismo cedería el paso para la incorporación de alguno de ellos, y en cambio (no puedo negar que no me sorprendió) fui de nuevo yo quien hice un pequeño gesto que apenas me llevó dos segundos (dar las luces y frenar ligeramente) y permití la incorporación de un vehículo que, a juzgar por su cara de alivio, debía llevar minutos esperando. Son cosas que me salen sin pensar, no busco ninguna especie de gloria, ni mucho menos creo que haya un ojo que todo lo ve y que dados mis huesos con la fría tierra vaya a premiar mi altruismo. No, soy así, sin más. No me planeto no hacerle daño a los demás, es que simplemente no lo hago. Y creo que mi vida está jalonada de pequeños detalles que hacen que me considere, y supongo que a mucha honra, buena persona. Supongo que de esto tendré que dar gracias a mis padres, a mi entorno, a la educación pública (sin juzgar la privada) y a mi forma de ver la vida. Pero sí, no me escondo, porque me siento orgulloso: soy buena persona.
7 de marzo de 2008
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