Corre con todas sus fuerzas, salta, esquiva y no lo logra, las puertas se le cierran unos segundos antes. El cabreo es enorme y maldice su suerte apretando los dientes. Le dura mucho más que los dos insignificantes minutos que tarda en llegar el siguiente tren.
12 de marzo de 2008
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1 comentario:
Si hubiese pensado que hay trenes que no vuelven nunca, tal vez se habría calmado en un instante.
Un abrazo.
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