12 de marzo de 2008

LAS PISTOLAS DE LOS CLICS


En momentos de crisis, de guerra, se buscan valores estables para almacenar la riqueza. El dinero pierde valor y son otros como el oro o la plata las que alcanzan, por su teórica estabilidad, un mayor valor. Hay micromundos donde ocurre lo mismo. Estuve un año trabajando en el CESID. Sí, el Centro Español de Seguridad, Investigación y Defensa (creo que era así). Mi trabajo era limpiar la mierda de los espías, por decirlo de algún modo, ya fuera con la pulidora, con el limpiacristales o con la máquina limpiamoquetas. Allí teníamos unas máquinas con café, chocolate, bollos, que no admitían cambio. De tal modo que una moneda de diez pesetas tenía más valor que una de cien, ya que podía convertirse en un chocolate caliente, cuando la de cien no valía nada hasta salir del recinto. En el mundo infantil hay muchos valores ajenos al dinero, del que tarda uno en conocer el verdadero valor. Los cromos, por ejemplo. En mi caso, y en el micromundo de los clics, eran las pistolas. Para mí quien más pistolas tuviera era el que más clics tenía. Me daba igual que tuviera el barco pirata, o la nave espacial, o el maldito fuerte comanchi. No, las pistolas. Cada vez que jugaba hacía un recuento previo, bien, partidos con catorce pistolas, diez escopetas y una docena de espadas; y al terminar hacía el recuento, inventario, para cotejar y maldecir las pérdidas. ¡ Dios !, hemos perdido dos pistolas, a buscarlas, tenemos que encontrarlas. Y buscaba y rebuscaba hasta que las dos pistolas volvían al redil. No niego que era una manía incómoda que seguramente (mi frágil memoria se niega a recordármelo) me generara no pocas enemistades en mi entorno, total, jugar con el coñazo de Larrey a los clics no compensa, es demasiada tensión.
Con mi hijo he tenido que esforzarme y creo que he cerrado el círculo. Sé que es pequeño para este juguete, pero desde que tiene dos años los clics están a su lado. No me importaba si jugaba o no con ellos, poco a poco se ha ido rodeando de cosas de los clics. Sé que no es bueno dirigir tanto a los niños en los juegos, pero los padres también nos tenemos que permitir ciertos privilegios. El caso es que las piezas pequeñas las iba guardando en una bolsita, pistolas, espadas, señales y demás miniaturas. Pues bien, estas navidades le di la bolsa. Sí, le entregué mi nostálgico tesoro y le hice responsable de ellas. Y no porque pensara que iba a cuidarlas como lo hizo yo con las mías, sino porque he conseguido superarlo...bueno, no del todo, la verdad es que todavía me sorprendo cuando recogemos los juguetes buscando con ahinco por los rincones cualquier pistola o escopeta que se nos pudiera haber escondido.

1 comentario:

Elena dijo...

yo cambio lo de las pistolas y escopetas por peines, champus, platos y demás enseres de las barbie y/o primas....son monísimos y trato de que mi hija lo tenga todo dentro de una caja, ... pero llegan las amigas a jugar y poco a poco van desapareciendo enseres, unos barridos, otros mezclados con otro juguetes....

un beso.