Escuchó un ruido y acudió al salón. Se quedó paralizado cuando de la chimenea vio salir aquella figura vestida de rojo y blanco, con botas negras, gorro y tupida barba, blanca también. Se miraron un segundo. Después, el intruso arrancó el televisor y salió corriendo de la casa. El espíritu de la navidad le había robado algo más que la inocencia.
24 de diciembre de 2007
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