Por fin accedió. Superó sus miedos e invitó a comer a los compañeros de su marido. Superó el miedo a encontrarse con ella, la mujer hermosa que le genera tantos celos e inseguridades. Quiso superarlos, asumir que eran injustos e infundados. Y lo fueron hasta la hora del café. No, tranquila, dijo amable la hermosa compañera, ya saco yo los terroncitos de azucar. Y fue, sin titubear, al curioso armario donde sólo ella y su madre guardarían el azucar, y en terrones.
19 de diciembre de 2007
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1 comentario:
Sí, sería muy hermosa, pero cortita... también, porque ¡vamos, digo yo! hay que tener poca cabeza para cometer un error tan evidente. ¿O era mala leche?
Un abrazo.
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