
Ejemplos como este hay muchos. Uno de los más comunes es el estado físico de las personas. Cuando te reencuentras con alguien con quien te unió una buena amistad, pero la distancia ha hecho mella, buscas en su aspecto algo que empatice entre ambos. Que bien estás, etc, y algunas veces, cuando se trata de mujeres, puedes caer en la tentación y dejarte llevar por la euforia, creyendo encontrar una novedad que va a suavizar el encuentro. ¡ Anda, !, que alegría, ¿estás embarazada?. Si es un sí, perfecto, pero , ay amigo, como sea un no, nada hará que el barco salga a flote, esa relación está definitivamente abocada al hundimiento. Treinta años después seguirás siendo el capullo que la llamó gorda. También pasa con las personas, con terceras personas. Cuando estás en un entorno relativamente nuevo no puedes conocer a todas las personas que conviven con tus nuevos compañeros. No sería raro, por ejemplo, estar hablando con compañeros de trabajo, tomando una cerveza, de mujeres feas. Es tu turno de argumentar, y entra en el bar una que crees va a poner gráfica a tus palabras, ¿veís?, a eso me refiero yo con una mujer fea. Y tu ejemplo se va a acercando y entonces, por el silencio de todos, comprendes que has metido la pata. Hola, cariño, aquí estábamos, conociendo a nuestro nuevo compañero de trabajo...mi mujer, el idiota, te adelantarías a decir para presentarte, pero te callas, por vergüenza torera. Es el problema de dejarse llevar. Si eres el típico gracioso que siempre tiene chanzas que contar y te lanzas con un gremio, cuando terminas seguro que algún padre de los presentes era taxista, por poner un ejemplo. Con la política ya mejor no hablar, porque dado como está el percal, seguro que alguno se me enfadaría. Pero ejemplos hay tantos como personas, ¿por qué no nos cuentas tu situación embarazosa?.
No hay comentarios:
Publicar un comentario