20 de agosto de 2007

INVENTOS


Hay infinidad de inventos inútiles que, pese a todo, tienen su hueco en la historia. No sé, intentaré hacer memoria, el lápiz linterna, cosa más incómoda oiga, salvo para vincular mareo y literatura, con lo que era ideal para novelas sobre barcos. La yogurtera, que era una especie de tortura para que la leche muriera con dignidad cocinera y de su putrefacción saliera un nuevo alimento. Era como una incubadora, ¿quién se podía comer luego un yogurt?, con el cariño que le había cogido, hasta nombre le poníamos a algunos. La goma de borrar bolígrafo, ¿por qué no llamaban a las cosas por su nombre?, era lija de bolígrafo, porque era cierto que desaparecía, pero también lo hacía el papel.
En cambio hay otros muchos a los que no se les da la importancia necesaria, carecen de glamour, al menos el que hoy os voy a presentar. Estoy seguro que, como otros muchos, llegó por casualidad. Alguien descubrió la utilidad de naftalina de los urinarios masculinos, más allá de la higiene y el olor, tanto es así que desaparecieron como su utilidad primaria. Vamos a explicarlo un poco. De todos es conocida la afición grafitomiccionera del género masculino. Viene en los gérmenes, que dirían algunos. Estoy seguro de que un hombre aislado en una isla desierta, crecido sin el más mínimo estímulo u orientación cultural, acabaría haciendo grafitis con su pis sobre una palmera o en la arena de la playa. Está en algún lugar oculto de nuestro código genético, no tengo la más mínima duda. Así que el cien por cien de los hombres hemos jugado con la bolita del meadero, para arriba, para abajo ¡ a ver quien la mantiene más tiempo en movimiento!. Somos así de primarios. Y que nadie se escandalice, que con esa bolita han jugado desde el jardinero hasta el ministro pasando por el asesino en serie y el premio Nobel. Así que, supongo que alguna persona encargada de la limpieza llegó a esa conclusión. Pudo ser por casualidad, el urinario que carecía de bolita tenía a su alrededor una mayor cantidad de suciedad que limpiar. Al no tener un objeto con el que juguetear, la dirección del chorro, digamos, era más anárquico. Eureka, se dijo, estos tipos (me da que fue mujer) juegan con su minga…perdón, con la bolita. Seguro que lo comentaría con sus amistades, con su familia y la voz se fue corriendo hasta que llegó a alguna mente con el clic operativo y lanzó los primeros urinarios con diana. Una cara sonriente que con nuestro orín cambia de color, una bolita que gira y gira alentada por nuestro chorrito, una diana con puntuación (mi favorito) a la que solo le faltaba un contador en la parte superior ¡ premio ¡ acaba de hacer la meada más certera de la semana, gracias señor, fdo: la señora de la limpieza. Tanto se ha generalizado este tipo de jueguecitos que cuando llegas a un urinario que carece de ellos te sientes como huérfano, como si hubieras pasado de una película en color a una en blanco y negro y si no te cambias es por vergüenza, que pasear con aquello fuera por una bolita como que no, pero el chorrito ya no te hace gracia, y sales del baño con gesto torcido. ¿Qué pasa, cariño?¿no has podido hacer pis?. Nada, mujer, nada, cosa de hombres. Ya se sabe, los gérmenes.
Ahora, viendo el de la imagen que he elegido, además de alimentarnos nuestro ego (supongo que será una tienda y debes de salir con unas ganas de consumir) ¿qué logran?, porque con la diana enchufas dentro, ¿en estos?...

1 comentario:

ralero dijo...

Jo! qué angustia. Sentir una mirada, aunque sea femenina, viéndote meando. Que eso es una cosa muy íntima. Hay incluso quien no es capaz de hacerlo si no está solo.

Ahora bien, si esas chicas tan monas apareciesen más ligeras de ropa, seguro que eran unos de los urinarios más concurridos del planeta. Eso sí, quizá se perdiera en limpieza, que con estas cosas ya se sabe, uno se emociona y...

Un abrazo.