3 de febrero de 2007

Las cosas importantes


Está recostado sobre el sofá. La postura no es cómoda. O no lo sería al menos para un cuerpo adulto. Pero ellos son la goma de la vida. Respira fuerte. Treinta y ocho con cuatro marcaba el termómetro, insensible aparato de disgustos. Lleva más de cuatro días así. Que va y viene. Ora es el niño risueño y divertido de siempre, ora le vence la fiebre y es el mimoso y lloroso bebé. Nada que no hayan pasado millones de padres en millones de mañanas de sábado. La intranquilidad es un runrun que se instala desde la primera vez que el mercurio se subleva hasta la última tos. El ronroneo de un mar perpetuo que te acompaña allá donde vayas. Hagas lo que hagas una ola te recordará que no todo está en perfecto estado. Sintiéndome así recuerdo mis otras preocupaciones, las que alimentan este blog, y me parece todo superficial. Es eogista, por su puesto, porque hablo de cosas importantes, del dolor de otros, pero nada se puede comparar. No importa, sea lo que sea, ocurra lo que ocurra, un hijo estará siempre en primer lugar. Lo bueno, y lo malo, es que la memoria es muy frágil, y dentro de tres días Rubén correteará tras una pelota gritando penalti, papá, penalti, y volveré a preocuparme de las cosas de siempre, de los atascos, del trabajo, de las hipotecas...Mientras tanto, mientras él siga dormido y no vuelva a ser el mismo, yo no dejaré de ser, al cien por cien, el papá de Rubén. No hay más.

1 comentario:

Caminante dijo...

Son momentos. El tuyo actual es priorizar a tu hijo por sobre todas las cosas, lo llevamos escrito en los genes. Pasado un tiempo las prioridades cambiarán, ellos se atenderán solos, en las pequeñas cosas.
Un beso. PAQUITA