11 de febrero de 2007

EL VOLANTE




Como todas las tardes llegamos a casa en el viejo "bravo". Aparcamos lo más cerquita que podemos y seguimos nuestras rutinas. ¡ Ya hemos llegado, papá!. Sí, ya hemos llegado, hemos tenido suerte con el sitio. Las mochilas, las chaquetas. Quiero tunir. Bueno, ya no lo dice así, se va haciedo mayor, pero me gusta guardar el recuerdo de las frases que todavía no decía bien y que me hacían mucha gracia porque eran suyas, nadie más en el mundo llamaba tunir a conducir. Quiero conducir. Otra rutina más. Pues venga, al volante. Yo me siento de copiloto y pregunto a dónde vamos. A La Jana, el pueblo de los abuelos, que para Rubén debe de ser algo así como el Polo Norte para Amundsen. Mueve el volante con convencimiento, toquitea las marchas, tal vez la radio y algún que otro botón. En cambio el otro día introdujo una novedad que me sorprendió. De golpe se concentró en el volante y comenzó a golpearlo rítmicamente con las dos manos. De dos formas muy concretas, sobre la parte central con las palmas hacia abajo, como si quisiera tocar el pito, y por los laterales con las palmas hacia arriba. Me quedé asombrado, porque no reconocía a qué parte de la conducción correspondían esos movimientos. Sorprende porque uno es padre y lo que hace es observar, seguramente a cualquier otra persona le hubiera pasado totalmente desapercibido. Pero los padres observamos con científica ilusión todo lo que hacen nuestro hijos.


Cuando se cansó terminamos el juego con el acostumbrado ya está papá. Y olvidé el tema de los golpecitos en el coche hasta ayer. Volvía solo a casa, escuchando algo de flamenco, que de vez en cuando me gusta ponerlo a todo volumen para canturrear en la semiintimidad del coche. En un semáforo descubrí el secreto. Mientras el cantante desmigajaba sus desgracias amorosas al compás de un tanquillo bien cantado, yo me descubrí golpeando el volante, primero en la parte central, como si quisiera tocar el pito, con las palmas para abajo, después, al ritmo de la parte final del tanquillo, en los laterales, con las palmas hacia arriba...

1 comentario:

Caminante dijo...

Me parece encantador que dejes reflejados esos momentos, que pasarán pero al quedar escritos no se borrarán nunca del todo ... algo quedará, incluso para la lectura de tu hijo.
Un beso. PAQUITA