Nota: Nuevo fragmento de "Y ahora ¿qué?"
Mikel le dedicó unos mordiscos a las nalgas, paseándose tan cerca del dolor, en esa barrera invisible donde el placer cambia de nombre, que Candela apretó los dientes ahogando un profundo gemido. Ese gemido supuso la salida definitiva de su realidad, se sentó en la banqueta de mimbre a verse a sí misma, a gozarse en su primera experiencia anal. Mikel empezó entonces con el dildo, que entró como haría un cuchillo ardiente en un trozo de mantequilla. Candela gemía con cada entrada, respiraba con cada salida. Eran gemidos guturales y profundos, tanto que Mikel tenía miedo. ¿Te estoy haciendo daño? No, sigue, sigue, despacio, muy despacio. Mikel sustituía de vez en cuando el dildo por su lengua, por un dedo, por dos, hasta que fue la polla la que entró. Entonces se quedó dentro, atrapado por el calor y la profunda presión, inmóvil, incapaz siquiera de suspirar, casi de respirar. Candela, que preparaba su cuerpo para las crecientes embestidas se incorporó jadeante, el rostro enrojecido por el placer, con las marcas de las sábanas en el rostro ¿Te ocurre algo? que no me duele, muévete, cielo, estoy que me muero de placer. No puedo, no puedo moverme. Candela sonrió, pensaba que le había dado uno de esos tirones ¿Quieres que paremos un segundo? No, no, no es eso, si me muevo me corro, es increíble, no sé que es esto, es el calor, el tacto, la presión, que me tienes hasta el dolor abrazado con el culo vida, que no puedo moverme un solo milímetro, que me corro. No te preocupes, Mikel, muévete hacia adentro muy despacio y lléname de tu leche, cariño, córrete en mi culo. Si me muevo me corro. ¡¡¡ Muévete ¡!! Casi le ordenó. Entonces Mikel salió apenas un par de centímetros para entrar muy profundamente, sintiendo como agua hirviendo las paredes del ano de Candela morder su polla. Así, al llegar al lugar más profundo la polla se estremeció y soltó las dentelladas de leche. Candela las sintió dentro con una claridad desbordante, como lava caliente empaparon las paredes de su cuerpo. Tomando la píldora desde hacía más de una década, había sentido infinidad de orgasmos dentro, pero ninguno con esta claridad, con esta persistencia, con este calor. Fue un momento de comunión perfecta, sin ni siquiera ver el rostro de Mikel se sitió más parte que nunca de su orgasmo. Él se dejó caer sobre la espalda de Candela, algo decepcionado, como si tantas fantasías, tantos kilómetros hubieran servido para demasiado poco, una mísera e intensa embestida. Candela no quería que se saliera, quería que se quedara dentro de su culo para toda la vida, llenándola de semen. Entonces Mikel, en esa misma postura, con la polla hasta lo más profundo del culo de Candela, empezó a masturbarla con la mano abierta, abrazando todo su coño, desde el clítoris hasta los labios inferiores. Los movimientos eran lentos, salvo los de los dedos, que parecían pianistas sobre el teclado que era la entrepierna latente. Mikel aguantaba el dolor, el intenso placer transformado, de cada entrada y nueva salida. El orgasmo de Candela, cada vez más cerca a tenor de los gemidos, bien merecía el esfuerzo. Cogió uno de sus pechos con fuerza, apretando los dedos con tensión. Candela se retorció. El orgasmo estaba ahí, pero se quedaba a las puertas, en una especie de bucle, de círculos concéntricos cada vez más breves pero más intensos hasta que gritó ¡ me corro ! como si el alma se quisiera escapar entre las palabras. Se convulsionó un par de veces y cayó rendida, sin poder articular palabra, intentando recuperar el aliento. Mikel se dejó caer a su lado, dolorido, exhausto, entregado y feliz como nunca. Se quedaron dormidos sin hablarse, completamente rendidos ante el descubrimiento. Solo cuando los primeros rayos de sol entraban por entre las cortinas, evidenciando la ciudad en su desperezar rutinario, se hablaron. Lo de ayer. Sí, asintió ella, lo de ayer. Se miraron a los ojos. Se besaron. Se volvieron a mirar. Ahora haré lo que quieras, dijo él, seré tu esclavo ¿Sí? Pues quiero que me invites a desayunar y que volvamos a la habitación y entres en mi cuerpo otra vez por la misma puerta.
Mikel le dedicó unos mordiscos a las nalgas, paseándose tan cerca del dolor, en esa barrera invisible donde el placer cambia de nombre, que Candela apretó los dientes ahogando un profundo gemido. Ese gemido supuso la salida definitiva de su realidad, se sentó en la banqueta de mimbre a verse a sí misma, a gozarse en su primera experiencia anal. Mikel empezó entonces con el dildo, que entró como haría un cuchillo ardiente en un trozo de mantequilla. Candela gemía con cada entrada, respiraba con cada salida. Eran gemidos guturales y profundos, tanto que Mikel tenía miedo. ¿Te estoy haciendo daño? No, sigue, sigue, despacio, muy despacio. Mikel sustituía de vez en cuando el dildo por su lengua, por un dedo, por dos, hasta que fue la polla la que entró. Entonces se quedó dentro, atrapado por el calor y la profunda presión, inmóvil, incapaz siquiera de suspirar, casi de respirar. Candela, que preparaba su cuerpo para las crecientes embestidas se incorporó jadeante, el rostro enrojecido por el placer, con las marcas de las sábanas en el rostro ¿Te ocurre algo? que no me duele, muévete, cielo, estoy que me muero de placer. No puedo, no puedo moverme. Candela sonrió, pensaba que le había dado uno de esos tirones ¿Quieres que paremos un segundo? No, no, no es eso, si me muevo me corro, es increíble, no sé que es esto, es el calor, el tacto, la presión, que me tienes hasta el dolor abrazado con el culo vida, que no puedo moverme un solo milímetro, que me corro. No te preocupes, Mikel, muévete hacia adentro muy despacio y lléname de tu leche, cariño, córrete en mi culo. Si me muevo me corro. ¡¡¡ Muévete ¡!! Casi le ordenó. Entonces Mikel salió apenas un par de centímetros para entrar muy profundamente, sintiendo como agua hirviendo las paredes del ano de Candela morder su polla. Así, al llegar al lugar más profundo la polla se estremeció y soltó las dentelladas de leche. Candela las sintió dentro con una claridad desbordante, como lava caliente empaparon las paredes de su cuerpo. Tomando la píldora desde hacía más de una década, había sentido infinidad de orgasmos dentro, pero ninguno con esta claridad, con esta persistencia, con este calor. Fue un momento de comunión perfecta, sin ni siquiera ver el rostro de Mikel se sitió más parte que nunca de su orgasmo. Él se dejó caer sobre la espalda de Candela, algo decepcionado, como si tantas fantasías, tantos kilómetros hubieran servido para demasiado poco, una mísera e intensa embestida. Candela no quería que se saliera, quería que se quedara dentro de su culo para toda la vida, llenándola de semen. Entonces Mikel, en esa misma postura, con la polla hasta lo más profundo del culo de Candela, empezó a masturbarla con la mano abierta, abrazando todo su coño, desde el clítoris hasta los labios inferiores. Los movimientos eran lentos, salvo los de los dedos, que parecían pianistas sobre el teclado que era la entrepierna latente. Mikel aguantaba el dolor, el intenso placer transformado, de cada entrada y nueva salida. El orgasmo de Candela, cada vez más cerca a tenor de los gemidos, bien merecía el esfuerzo. Cogió uno de sus pechos con fuerza, apretando los dedos con tensión. Candela se retorció. El orgasmo estaba ahí, pero se quedaba a las puertas, en una especie de bucle, de círculos concéntricos cada vez más breves pero más intensos hasta que gritó ¡ me corro ! como si el alma se quisiera escapar entre las palabras. Se convulsionó un par de veces y cayó rendida, sin poder articular palabra, intentando recuperar el aliento. Mikel se dejó caer a su lado, dolorido, exhausto, entregado y feliz como nunca. Se quedaron dormidos sin hablarse, completamente rendidos ante el descubrimiento. Solo cuando los primeros rayos de sol entraban por entre las cortinas, evidenciando la ciudad en su desperezar rutinario, se hablaron. Lo de ayer. Sí, asintió ella, lo de ayer. Se miraron a los ojos. Se besaron. Se volvieron a mirar. Ahora haré lo que quieras, dijo él, seré tu esclavo ¿Sí? Pues quiero que me invites a desayunar y que volvamos a la habitación y entres en mi cuerpo otra vez por la misma puerta.
1 comentario:
De siempre han dido importantes las casa de dos puertas,y al verlo desde este punto de vista vuelvo a decir ...que razón tenían los viejos!!!
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