Hay un teatro en el que siempre actúan dos actores. Uno está a la izquierda y otro está a la derecha. Les gusta mucho prometer, pero son algo perezosos. Al final lo que les gusta es meterse el uno con el otro, insultarse, despreciar el trabajo del opuesto y encender al público a fin de que se posicione con uno u otro títere. Y lo peor es que normalmente el público cae en la trampa y acaba a grito pelado, pero mira lo que hace el de la izquierda, pues anda que el de la derecha. Si te fijas algunas veces da la impresión como si el títere intentara movimientos extraños, sorprendentes, decisiones que no te esperas, y es entonces cuando llega el tirón de la cuerda, que se tensa y deja las cosas en su sitio. Si tiras de esa cuerda hacia arriba, verás que el control lo lleva un tipo gordo y trajeado, que unas veces está sentado sobre un banco y otras sobre una caja y parece divertido y encantando de ver el espectáculo que montan sus controlados títeres. Solo cuando le da la impresión de que, de lo gordo y despreocupado que está, el banco o la caja amenazan con romperse, entonces sí, entonces se pone serio y mueve los hilos para que sus adoctrinados adoctrinen y el público empieza a tener miedo de que la caja se rompa en mil pedazos y le caiga algún trozo en la cabeza, así que se rasca el bolsillo y ayuda a arreglarla.
Este teatro se llama política, está en España y tiene funciones todos, todos los días...
1 comentario:
Tú lo has dicho -y que bién lo cantaba la Lupe aunque refiriéndose a otro contexto-, puro teatro. Cuando actúan, uno frente al otro. Después, entre bambalinas, codo con codo planeando como seguir atontando al público pa -como se dice en mi pueblo- metérsela doblá.
Más abrazos.
Publicar un comentario