14 de mayo de 2010

DIFAMA QUE ALGO QUEDA


Difama que algo queda. Es un principio en auge en este país, y que tiene su culmen en el mundo de la farándula y el corazón catódico y de papel, donde el famoseo hace de la familia y la pareja una suerte de escatología pública. Pero en todos los órdenes de la vida, incluyendo la familia y el trabajo, menospreciar a un tercero obliga al menospreciado a una defensa cuyo coste e inutilidad dependerá de la pericia, constancia y pocos escrúpulos del difamador y sus escuchantes. Aunque lo niegue Sabina, cuando escuchamos lo que queremos escuchar, una mentira repetida, aun sin merecerlo, acaba siendo verdad. La presunción de inocencia no existe más que en la utopía y el papel jurídico. Y todos somos juez y parte. Sin garantías constitucionales emitimos nuestras sentencias a quien nos quiera escuchar, no ya sin asumir las posibles consecuencias, sino conscientes de que estas serán livianas y compensarán. En este campo abonado para los desalmados, la ética es un lujo al alcance de muy pocos, que, tarde o temprano se encontrarán con un difamador que les obligará a dejarse el alma y las pestañas para demostrar lo evidente. Suerte tenemos si nadie nos odia a muerte, porque perdidos los escrúpulos, no hay nada ni nadie capaz de detener a un difamador profesional. Y si eres famoso, puede que de profesional pase incluso a bien pagado. País, que dirían Forges y el poeta de guardia.

1 comentario:

ralero dijo...

Je, je; sí.

Abrazos.