1 de octubre de 2009

FUERA DE (TU) LUGAR


Cuando terminas un trabajo en el que llevas años sientes que te vas de casa. Arrastras tu caja de objetos personales. Las fotos. Los recuerdos. La rutina. Durante un tiempo te sientes desubicado. Si has sido despedido, esta sensación se multiplica por mil por el efecto de la frustración y la incomprensión. Además, la sensación de (desam)paro es mayor cuanto mayor sea tu tiempo libre. Mi primer trabajo estable terminó a los tres años. Eran mis primeros COMPAÑEROS DE TRABAJO, con mayúsculas, personas con las que no solo había compartido cafés, comidas, desvelos laborales, sino también mi vida, mis ilusiones, mis proyectos y nos pocas cañas en el bar de la esquina. Recuerdo que el día que me iba fue una especie de fiesta. Trabajamos menos que cualquier otro día (yo nada, claro) estuvimos recordando. Fui departamento por departamento despidiéndome, dando mi teléfono, mi correo personal. Al final me dieron hasta una sorpresa, y una veintena de ellos me habían comprado una pluma estilográfica de lujo (gracias, amigos). Nos tomamos alguna cerveza al salir y...ya. Unas semanas después, de vuelta de una de tantas entrevistas, pasé cerca de la oficina y me dije, pues claro, voy a ver a mis amigos. Con mi tarjeta de visitante fui recibiendo la sorpresa y las sonrisas de mis ex compañeros. Cuando te vas piensas, sin pensarlo, que a todos les va a costar volver a su rutina, porque algo se ha roto. Es entonces, en esa visita cuando te das cuenta de que no, de que todo sigue, que eres más prescindible que el más prescindible de los programas informáticos. Te dedican unas palabras, puede que hasta un café o un ¿te esperas a que salgamos? pero nada más, las facturas han de salir, hay que pagar igualmente a los proveedores, el productos debe viajar con normalidad, los impagos han de reclamarse, los informes han de reportarse, y cada uno vuelve a su rutina, a sus teclas, a su teléfono, a su vida, que ya no es la tuya. Y te quedas algo aturdido, consciente de que tu lugar ha sido arrasado totalmente por la rutina y por la normalidad. Esa primera vez que vuelves a un trabajo perdido es un chute de realidad tan doloroso como necesario. He vuelto a verlo estos días, con compañeros que llevaban más de treinta años trabajando. Se fueron (les fueron...) y han vuelto a vernos. Esta vez era yo el de la sonrisa, el del café, el de ¿nos vemos otro día fuera? el de las facturas, el del teléfono, el del cliente, el de la rutina...

4 comentarios:

ralero dijo...

Sí, es jodido, pero aún lo es más cuando tu lugar es arrasado por rutina o lo que sea contigo dentro.

Abrazos.

Caminante dijo...

SI ES QUE... LA CULPA ES DEL TRABAJO, de que consideras que te debes a la empresa ¡que te debes!...
¡qué coño te debes! a nadie... ni a ti mismo.
Besos. PAQUITA

Noimporta dijo...

Llevo 24 años en la empresa y soy de las "nuevas". En 4 años hemos pasado de ser 98 a 38... Es una buena lección sobre la prescindibilidad de los empleados, y mucho más en una multinacional con miles de ellos. Por eso lo único a lo que aspiro, es a ser una buena profesional, no por/para la empresa, sino por/para mí misma (discrepo profundamente con Loc@ en lo de que no nos debemos a nosotros mismos; somos los únicos a los que nos debemos en realidad).

Elena dijo...

La sensación de estar fuera de lugar la he tenido cuando después de trabajar durante 10 años en un Dpto., he vuelto a saludar a la gente de allí y me encontré a la nueva secretaria del nuevo director sentada en la que fue mi silla, trabajando con el que fue mi ordenador .... entonces me digo, ¿q haces aquí? estás fuera de lugar...porque todos están mirando sus ordenadores y te dicen aquello de ....¡nos vemos luego que estoy liada!...si, si....vale