El domingo sentí nostalgia y envidia. Estuvimos pasando el día, celebrando un cumpleaños, en un parque del barrio. Es un enorme parque que tiene un lago, jardines, mesas, columpios, campos de fútbol. Fuimos como mis padres hace treinta años hacían en la Casa de Campo: con la tartera, la nevera llena de cervezas y dispuestos a pasar las horas de sol jugando y disfrutando de un rincón verde de la ciudad. Es la primera vez desde que somos padres que lo hacemos. Los parques están tomados por los inmigrantes. Y no lo digo con rabia, rencor, sino con envidia. Soy hijo de inmigrantes. Es cierto que mis padres no vinieron de un pequeño pueblo colombiano o boliviano, que su viaje hasta la ciudad no les llevó doce horas, que eran legales desde el primer segundo, pero eran inmigrantes al fin y al cabo, asustados ante lo extraño y buscando la solidaridad entre los afines para encontrar las fuerzas y superar el miedo a la exclusión por la diferencia. Cada fin de semana, con el seiscientos repleto de ilusiones y la tartera de tortillas y filetes empanados, invadíamos la Casa de Campo con nuestra nostalgia. Jugábamos al tenis con una red hecha con los sacos de las naranjas y una cuerda (¿os resulta familiar?). Estoy seguro que los madrileños de pro que por allí pasaban nos miraban con pena y recelo, diciendo mira estos paletos como tienen que jugar al tenis. He vuelto a jugar al tenis, en pistas de tartán, con mis zapatillas de 100 euros, mi equipación completa, mi raqueta de metraquilato fundido con vaya usted a saber qué, pero no he disfrutando tanto como con aquellos dolorosos raquetazos de madera. Volver a sentirme parte de la ciudad como lo hicimos este domingo me ayuda a recordar de dónde venimos. Espero saber trasmitirle a mis hijos todo esto, y que no pasen junto a un grupo de inmigrantes bolivianos que juegan al voleybol con un mikasa y una red hecha de cuerda y digan, mira estos panchitos, pobres, cómo tienen que jugar al voley...
21 de octubre de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
6 comentarios:
Tienes suerte con poder jugar al tenis con una raqueta de metraquilato. Yo, la pocas veces que he jugado, me he tenido que conformar con una de metacrilato, jajajaja.
Abrazos.
De todos es sabido que el metraquilato pesa menos, dónde va a ir a parar...
Nota: no lo cambio porque esta vez no ha sido un despiste, ha sido ignorancia plena.
Yo juego muy mal al tenis, querido...
Es cierto, espero que nuestros hijos no desprecien a los inmigrantes, ni a nadie; que respeten las personas por el simple hecho de serlo.
Besos. :) Reina
y la famosa frase cuando veias a un grupo de chavales jugando al futbol de "Se puede?". Y casi siempre te dejaban jugar con ellos. Eran otros tiempos
yo creo que cuando uno juega sencillamente ,juega, se divierte más.
Con el tiempo ,cambiamos de estadio y pensamos en los artefactos,que necesitamos para el buen desarrollo de la actividad,léase metRaquilato,y la cosa pierde corazón.¿Es el progreso?
besos
Yo no me tengo q ir muy lejos de donde vivo, para ver como los fines de semana, personas que no son del barrio vienen con neveras, redes de voley, pelotas de futbol y alguna bicicleta...no se si son de bolivia, de ecuador o de tu pueblo...pero ¡no dejan sitio en el parque! ¡lo arrasan!...que lo disfruten...yo tengo que irme a buscar otra pista de patines si quiero que mis hijos disfruten un rato patinando...¡oye! q en Polvoranca también se está de vicio.Bss
Publicar un comentario