28 de julio de 2009

¿QUIEN ME HA ROBADO EL BANCO?


Hay calles por las que uno pasa una y otra vez sin percatarse demasiado de su composición, de su orografía, de sus rincones, de sus encantos y hasta de sus miserias. Son un lugar de paso. Están ahí. Sin más. No ocupan un lugar relevante en tu vida, ni en tu memoria. En cambio, un día llegas y hay algo que no te cuadra. Algo que no está bien. Y no sabes qué es. Pero hay algo que falla. Y el paseo transitorio se detiene, porque te sientes desconcertado, puede que hasta traicionado. Recapitulas y caes en el detalle. El banco en el que tal vez jamás te sentaste, en el que jamás buscaste cobijo del sol, donde quizá nunca te sentaste a leer el periódico, ya no está. Y sientes que la calle no es la misma. Alguien ha robado ese banco, lo ha usurpado de tu rutina, de tu pasear diario camino de cualquier otro lugar. Y lo echas de menos. Es incomprensible, pero lo haces. Porque necesitas que la calle sea la misma. Entonces piensas todo lo que pudiste hacer con el banco, las tardes que no te sentaste a ver como tu hijo aprendía a corretear. Las mañanas de domingo que no aprovechaste la sorpresa del sol invernal. El trabajo es como esa calle. Vas un día tras otro. Trabajas, te relacionas forzadamente, puede que hagas alguna amistad duradera, pero lo normal es que sea la distante rutina la que marque tu relación con el resto. Ellos son para ti y tú eres para ellos, un banco en la calle, la calle por la que pasas todos los días. Y esos bancos un día desaparecen. Y los echas de menos, claro, pero es el ciclo de la calle, de la vida. Pero hay casos en los que resulta más doloroso, porque ves como los operarios se acercan, como revisan todos los bancos de tu calle para seleccionar, hasta hay un momento en el que tú piensas serás uno más de ellos, incluso alguno de los elegidos puede que signifique algo más que la rutina. Cuando están marcados ya tienen una fecha de caducidad, y esperas el día en el que la grúa de la insensibilidad capitalista venga con sus hierros y se los lleve. He visto muchos bancos en mi calle, y a todos, a los que se fueron hace tanto tiempo y a los que acaban de hacerlo, los echaré de menos. Hasta que un día sea yo ese banco que desaparece y, quién sabe, tal vez alguien pasee por la calle, mire a un lado y a otro y diga, eh, aquí falta algo.

4 comentarios:

Elena dijo...

¡Paciencia y coraje! ... en la fábrica ante situaciones parecidas, llegamos a la conclusión de que allí en vez de bancos somos números al fin y al cabo... la parte sentimental se queda para los compañeros q trabajan a tu lado 8h o más 5 días a la semana...

Dudu dijo...

Efectivamente todos somos números de una lista. El día menos pensado nos tachan.
¡Animo!

P.D. Y la patronal sigue pensando que el despido es caro, que habría que flexibilizar más las relaciones laborales. Pues si con más de 4 millones de parados el despido les parece caro...

Larrey dijo...

¿Y qué esperas que piense la patronal? lo triste es que lo haga con la connivencia de un partido con más de diez millones de votantes. Yo hay algo que jamás entenderé y que me perdonen los que se ofendan, pero creo que no hay nada más triste que un obrero de derechas...

Elena dijo...

Pues esa creo que es una pregunta generalizada...yo tampoco lo entiendo....aún siendo familia.