Llega, como siempre, a última hora. Ya no hay clientela. Quedan las dos últimas peluqueras, aquella de pelo afro y cuerpo escultural, que bien pareciera una bailarina entrada en carnes, como a él le gustan; y la dueña del negocio, bajita, con el pelo muy corto y cara de sabérselas todas. Le llaman por su nombre, lleva años viniendo a esta peluquería. Vamos a lavarte el pelo. Es el mejor momento del ritual peluquero, el agua caliente, las manos de Rocío, que así se llama la bailarina afro. Hoy, incluso, al cerrar los ojos le ha parecido sentir los pechos en su nuca, pero han debido de ser imaginaciones suyas. No puede evitar permanecer con los ojos cerrados, es casi un ritual. Cuando los abre, Alessia, que así se llama la dueña, está frente a él. Uf, dice, pasándose la mano por la frente, se nos ha estropeado el aire acondicionado y no veas el calor que hace, ¿te importa?, pregunta un segundo antes de quitarse la camiseta. ¿Tú no tienes calor?. La camisa de Rocío contra el cristal es la respuesta. No da crédito a lo que está viendo. Las manos de Rocío, esas que, aunque él no se haya atrevido a mirar la han dejado medio desnuda, ya no se limitan al pelo, sino que van bajando hasta los hombros, el pecho. Relájate, te veo muy tenso, ¿mal día en el trabajo? Buf, es lo único que es capaz de articular, porque Alessia, que ha dejado la escoba, le comenta a Rocío las excelencias de un sujetador que comprime y levanta (¡ y tanto ¡) pero que no deja marcas. Bueno, es que yo ya sabes que no uso. ¿No usa? No puede. Lo intenta, fija la mirada en el techo, en la dichosa modelo de Loreal, pero no puede…¡ es cierto, no usa ¡ los pechos afro de la peluquera afro se muestra en toda su majestuosidad frente a él. Se siente intimidado, así que vuelve la vista, pero entonces Alessia ya se ha quitado también el sujetador, es que el calor ahora es tremendo, ¿no te parece? El agua, todavía enjabonada, le entra por los ojos, le llega amarga hasta la boca, pero ni se percata. Rocío abandona sus quehaceres peluqueros y se acerca a su jefa, zalamera. La verdad es que tú también podrías ir sin sujetador, tienes unas tetas bien duras, ¿no te parece? Le pregunta, pero él es incapaz de contestar. ¿Eso te parece? Alessia se las masajea sin pudor alguno. ¿Tú que crees? Vuelven a preguntarle. Pues, yo, la verdad. Bueno, inquiere Rocío, para eso hace falta tocar. Sí, claro, dice Alessia, mientras se acerca y le lleva la mano a uno de los pechos. Sí, son muy firmes. La erección es tan brutal que le duele la polla bajo los vaqueros. ¿Quieres comerme un pezón? están muy ricos. Sus deseos son órdenes, y se lanza a él con hambre. Eh, eh, interfiere Rocío, mis tetas llegaron primero, y por el otro lado de la silla llega con sus perfectos pechos para rivalizar con los de su jefa. No sabría con cual quedarse, y de hecho no lo hace, pues va de uno a otro. Después lo dejan sentado, yermo del sabor de los pechos y se desnudan frente a él, por completo, mientras se besan y se acarician. Él no llega a acertar más que a sacarse la polla por la bragueta y comenzar a masturbarse. Las peluqueras se recorren lascivas con las manos y con la boca, resaltando la belleza de unos cuerpos diametralmente opuestos pero que encajan a la perfección en la espiral de placer. Después, movidas por una mágica señal, ambas se arrodillan y comienzan a comerle la polla al unísono, con una maravillosa coordinación, como si hubieran estado ensayando toda la tarde. Cuando una se la mete entera en la boca, la otra se afana con los genitales, y por una señal divina, cambian de tercio sin perder el ritmo. Sigue sin creerse lo que le está ocurriendo. En un momento dado Rocío toma el control, escupe sobre la polla para humedecerla y se la coloca entre las tetas. Comienza a moverla de arriba abajo, aprisionándola entre sus montañas húmedas. Entre tanto Alessia se acerca a él y mientras lo besa lleva la mano a su coño, húmedo, latiente. Dos dedos entran mágicamente, casi absorbidos por los labios. Rocío sigue su movimiento, tan certero, tan brutal, que va a correrse. Me corro, me corro, susurra entre los labios de Alessia. Ésta entiende la orden y se arrodilla, junto a su subordinada. Ambas juntan las mejillas mientras Rocío mueve la polla con violencia. Los golpes de semen se pierden entre ambos rostros, en los ojos, en los labios. Cuando cesan las dentelladas y los movimientos, Alessia comienza a buscar el semen perdido, primero en los pechos de Rocío, después en sus labios, en su lengua…y entonces una voz femenina y firme cercena la escena. Ya está, el pelo lavado. Abre los ojos, aturdido. Pásate con Alessia, que te corte el pelo. Todavía aturdido se acerca a la silla, sorprendido de verlas vestidas, distantes, lejanas. Cuando se sienta lo comprende todo, esos segundos de ensueño, hasta que Alessia, tijeras en mano suspira, pasándose la muñeca por la frente, uf, se nos ha estropeado el aire acondicionado, no veas que calor…
6 de julio de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
¡Pues va a ser eso! ¡la calor! lo que tiene al trastero en llamas un día sí y otro tambien... y con la de verano que queda... seguiré limitándome a leer, simple espectadora de tus "creaciones llameantes".
Saludos. PAQUITA
pues es una lectura más que recomedable para hacerla en compañía, afirmo...
Publicar un comentario