27 de julio de 2009

AYUDAR A UNA AMIGA


¿Cómo definir su amistad? Se podría decir que son amigos del alma, pero más bien habría que hablar de amigos en cuerpo y alma. Porque su amistad, imperturbable, intachable desde que se conocieran en el instituto, ha estado jalonada por no pocos encuentros de la piel. Siempre incompletos, siempre tan furtivos como inevitables; tan temidos como gozados. Sin que ninguno de ellos cambiara lo sustancial de su amistad, por encima de las rencillas y del deseo. Han tenido sus parejas más o menos estables, más ella que él. Porque ella, pese a que todavía no ha encontrado el hombre de su vida, lo ha ido buscando en cada polvo. Así que ha tenido que soportar varias veces eso de, tío, de verdad, esta vez en serio, este es el hombre de mi vida. Ya, esta es la polla que te vas a llevar a la boca hasta en las próximas semanas y poco más. Porque en el sexo, fuera o no furtivo, había una sinceridad impropia entre personas de distinto género. Este tío me come el coño como si fuera una licuadora, que me da que me quiere deshacer los labios. O esta tía no ha comido una polla en su vida, que parecía que le daba pena metérsela en la boca. No había tema que se les resistiera. Nene, he probado el sexo anal y te voy a dar la razón, ¡ me ha gustado ¡ De hecho eran el confidente el uno del otro. Sabían más de sus deseos, confesables o inconfesables, que cualquier otro ser humano. Y desde hace unos años el tema de la bisexualidad es el centro de sus confidencias. Ella lleva tiempo rondando la idea de gozar el cuerpo de una mujer. Y no de una mujer cualquiera, porque en eso sus gustos son mucho más exigentes que con los hombres. Tanto han hablado en estos meses que se ha convertido en el centro de casi todas sus conversaciones. Incluso ahora, que de nuevo ella parece haber encontrado el hombre de su vida. Este me come el coño como si le fuera la vida en ello, me corro a los dos minutos nene, este es el definitivo. Tal vez por eso está tan obsesionada con la idea de montárselo con una mujer. Es como si de verdad temiera que fuera el hombre de su vida y la fidelidad le impidiera cumplir este sueño recurrente. Mira, ¿qué te parece ésta? señala él en la plaza mientras toman un helado. No, demasiado alta, si le como el coño en un 69 el mío le va a llegar al ombligo. O en el metro: no, las tetas son demasiado pequeñas. ¿Y aquella otra?, a la salida del cine, ummm, esa me gusta, caderas potentes, piernas largas y hermosas, buen pecho, labios carnosos, pues sí, sí, esa es una buena candidata. Así, medio en broma, medio en serio, han ido desgranando los gustos de la señorita, mientas se adentraba en una nueva relación estable. El cine también se había convertido en un punto de intercambio de deseos. Mira, te he bajado un par de películas de esas de mujeres con orgasmos a chorros, las he llamado Los puentes de Madison y Memorias de África, para que tu chico no se interese mucho por ellas. Un día, en la oficina de él, apareció una mujer que cumplía todos los requisitos. Era alta, pero no demasiado, guapa pero no una princesita, con un cuerpo potente y generoso en las curvas, pero sin la más remota presencia de la grasa. Y lo que era más inquietante y más sugerente, parecía una mujer alegre y desinhibida. La encontré, le dijo un día por teléfono, mientras la describía. Es la mujer perfecta. Ella, al otro lado, no pudo evitar fantasear. ¿Me haces un favor? le pidió, descríbemela. Y lo fue haciendo. Al otro lado sentía los jadeos de su amiga. ¿Te estás masturbando? Sí, por favor, sigue. Y mientras él describía el color chocolate de los pechos, la sugerencia de sus caderas, ella más y más se fue excitando, hasta que tuvo un revelador orgasmo. Entonces él entendió que era el momento. Fue tensando la cuerda en ambos sentidos. Primero tonteando como él solo sabía con su compañera de trabajo, que para rizar el rizo, acaba de salir de una mala relación, así que era carne de cañón. En menos de dos semanas ya se estaban quedando a tomar unas cañas a la salida del trabajo. Sexo, la palabra sexo tenía que entrar en cualquiera de las intrascendentes conversaciones. Era el anzuelo. Al tiempo con su amiga fue dejando pequeños mensajes, pequeñas sondas para alimentar el deseo, que si que guapa ha venido hoy su compañera, que si ¿no se habrá operado las tetas? porque venía con un escote. Tirando de un lado. Y del otro. Una noche acabó en la cama de su compañera. Y de verdad merecía la pena. ¿Qué tal la chupa? le preguntó cuando supo lo de su encuentro, no sin cierta envidia y hasta celos, por primera vez en su vida. Como nadie, princesa, como nadie. ¿Te corriste en su boca? No, en las tetas, ¿y sabes que hizo? jugó como mi polla y el semen, y no como algo estudiado, de verdad parecía gozar de pasárselo de una teta a otra. Fue la segunda vez que se masturbó al teléfono en su vida. Los encuentros se fueron haciendo más constantes, formaba todo parte de un plan. Ella quería cada vez más detalles de esos cruces. ¿Vas a probar el sexo anal?¿te ha hecho una cubana?¿se ha corrido en tu boca?¿le has comentado lo de hacer un trío…? Ahí estaba la clave. Era el anzuelo final. Una noche, de las que habían quedado para follar como locos, porque su compañera afirmaba no buscar otra cosa, apareció en su pequeño apartamento con un par de películas. Quiero que veamos algo de porno, concretamente los puentes de Madison... Pareció encantada. Te la voy a mamar como nadie te la ha chupado mientras esas guarras hacen de las suyas. Y las guarras eran todas en femenino, porque todas las películas se centraban en mujeres follándose. Así, al final, fue ella quien terminó corriéndose en la boca de él, absorta y subyugada por las siliconadas escenas. ¿Sabes que una vez me lo monté con una tía? ¡ Bingo ¡ ¿Sí?¿te gustó? Mucho, muchísimo, creo que hasta me dio miedo y por eso no lo volví a probar. Había mordido definitivamente el anzuelo. Ahora se trataba, una vez más, de ir tensando la cuerda, a un lado y al otro. La culminación del plan fue cuando las juntó a ambas. Fue fantástico comprobar como saltaron chispas desde el primer encuentro. Dos semanas después cenaban en casa de su mejor amiga, con la excusa de una despedida pre-vacacional. Alcohol, bromas, una música suave, algunas caricias, que guapas estáis, me da la impresión de que la piel de vuestros pechos es idéntica, ¿tú crees? El zenit llegó cuando él volvía de buscar la enésima botella de vino. Las encontró tumbadas en el sofá, ardientemente unidas. Ni se percataron de su presencia. Se pusieron en pie, siempre unidas por la boca, dejando prendas por el suelo y se fueron camino de la habitación. Él se sintió orgulloso, satisfecho, había hecho el mejor regalo de todos a la persona que más quería. Cuando se disponía a irse a abrazarse a la resaca en su casa, se abrió la puerta de la habitación y de ella salió su mejor amiga, desnuda. Sin decir nada se acercó a él y lo tomó de la mano. Dentro esperaba su compañera de trabajo, también desnuda…

1 comentario:

dafne dijo...

Cheeeeee! que resacón con tanto vino ¿no?

Besos!