¡¡¡ Amarillo !!!, ¡¡¡ a la derecha !!! un Seat León a toda velocidad. Y me sorprendo, solito en el coche, con el brazo enhiesto, señalando al susodicho vehículo tintado de plátano chillón. Y me da por reír. Porque es una tensión con mi hijo mayor esto del juego de los coches amarillos, tanta que se me extrapola a momentos de no vigilia paterna. Es un juego que se inventó él y que sirve para hacer entretenidos los trayectos urbanos. Jugamos a ver quien encuentra más coches amarillos, su color favorito. Lo bueno es su capacidad para adaptar las normas a sus necesidades, si la grúa la encuentra él, las grúas valen doble, pero si la encuentro yo no valen porque están paradas. Y no me dejo apenas ganar, entre otras cosas porque para seguirle el ritmo, que parece que tiene mirada telescópica, tengo que esforzarme bastante. Y, como el surfero buscando la gran ola, nosotros estamos buscando el gran amarillo, y el día que lo encontremos, de verdad que nos vamos a emocionar. El gran amarillo será un camión amarillo transportando coches amarillos. Si lo ves, no te olvides de hacer una foto y colgarla. Todavía no hemos estipulado cuantos puntos valdrá, pero seguro que ganas la partida.
23 de abril de 2010
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