6 de abril de 2010

AIRE INOPORTUNO

El pedo es, en definitiva, una gaseosa y a veces inoportuna llamada de atención de nuestro cuerpo. Científicamente un pedo es una mezcla de dióxido de carbono, hidrógeno y metano, producido, entre otros insignes creadores, por nuestra flora microbiana y nuestros ácidos estomacales. Queda por resolver la duda de si un eructo es, pues, un pedo que tomó el ascensor. Superada la adolescencia (para algunos nunca del todo) es un ritual de lo íntimo (y que cada uno le ponga las barreras que quiera a lo íntimo) y salvo excepciones que airean, y nunca mejor dicho, sus ventosidades (e incluso festejan cuan gol en el último minuto) reservamos nuestros aires para la soledad. Esto me ocurrió a mí. Durante un tiempo quedé con una compañera de trabajo pues vivía en el camino. Quedábamos a un par de kilómetros de la oficina y llegábamos juntos. Me costó acostumbrarme. Una de las primeras mañanas iba yo con mi rutina, mi radio, sumido en mis cosas cuando la flora y la fauna de mi intestino me lanzó un pullazo certero. Estaba solo, aislado en mi coche del mundo ¿que hubieras hecho? lo que yo, soltar un sonoro pedo que hizo retumbar el chasis del viejo bravito. Fue entonces, cuando con aquel más que digno mi sostenido de mi orto y, sobre todo, cuando mis papilas gustativas comprobaron que aquel primer acorde de la banda sonora de Tiburón venía acompañado de un tremendo olor fétido, cuando caí en la cuenta. Por que lo del olor de los pedos es como el regalo de un huevo Kinder nunca sabes lo que te va a tocar. Fue entonces, digo, cuando tomé conciencia de lo que estaba a punto de ocurrir. Mi buena amiga Begoña me esperaba tres calles más allá, apenas a quinientos metros. Abrí las ventanas y me conjuré para que Venturi y su efecto me echaran un cable. Así que ahí me veis a mí soplando, y resoplando, moviendo los brazos como si quisiera que mi coche volara, dos grados bajo cero y las ventanillas bajadas, buscando en la circulación natural del aire algo de polución que mitigara la evidencia y olisqueando temeroso como un perro chico. Pero, o Begoña fue muy educada o aquello funcionó. ¿Las ventanillas bajadas? es que no funcionaban, anda, pues ahora sí, que cosas, buenos días...Es cierto que quizá aquella mañana hubo demasiado silencio.

2 comentarios:

Elena dijo...

¡menudo apuro!...para todos, claro. Bss.

CARPE-DIEM dijo...

Hola Larrey, releo los post que has escrito durante los dias que
no estuve en casa y por tanto deconectada de la red, jo, que risa..jajaja...me he partido el culo,(es un decir, porque ya lo tenía partido de nacimiento)imaginadote en el coche, soplando y resoplando,que situación!!!
Buenisima la descripción.
Un saludo.