Ha sido un impulso totalmente irrefrenable ¿Quién se lo iba a decir? Ella, madre y esposa ejemplar, despatarrada en los baños de un colegio ¡ el colegio de su hijo ¡ Pero ha podido más el impulso, ha sido como un torrente incontrolable que la presionaba entre las piernas, no ha sentido fuerzas para resistirse. Ha dejado el bolso, la agenda, la Black, sin la más mínima atención sobre el suelo. Se ha sentado en la taza, se ha bajado las medias, las bragas y ha comenzado a masturbarse. Su coño estaba húmedo. Primero se ha frotado con la mano, reconociendo su propia humedad y después ha introducido un dedo, al que le ha seguido un segundo y hasta un tercero. Después ha cerrado las piernas abrazando su propia mano, con los dedos presos, juguetones, en su cueva. La ha recordado. Jamás había sentido algo similar por una mujer. Al abrir la puerta del despacho la nueva tutora de su hijo se ha mostrado con una belleza desbordante, una sonrisa inabarcable, y un irresistible aire a Pocahontas con sus largas trenzas. Llevaba una camisa blanca ligeramente desabotonada, descuidada pero tentadoramente desabotonada. Al pasar dentro, después del educado saludo con las manos, sus pechos se han rozado ligeramente y ha sido cuando en su cabeza, y sobre todo entre sus piernas, se ha desatado la tormenta definitiva. No ha podido escucharla con atención, le hablaba de las virtudes de su hijo, de lo bueno que es con todos, pero ella solo la imaginaba jugueteando con su trenza, acercándose, tirando al suelo todo lo que descansa sobre la mesa y fundiéndose en un desgarrador beso. Jamás hasta hoy había sentido una atracción tan brutal por una mujer. Imagina su cuerpo retorcido por el placer, entregado, mientras ella lo recorre con la lengua, con las manos aferrándose a los pechos duros y generosos. La cintura moviéndose al compás de sus lengüetazos. Mientras se masturba imagina que no puede haber sabor ni calor más maravilloso que el del coño de una mujer, de esa mujer, de la nueva tutora. Suspira y gime imaginando sus muslos oprimiendo su cabeza, las manos metidas en su pelo agradeciendo el juego oral. Cuando fantasea con sus coños fundidos, agarradas por la cintura, sobre la mesa, mágicamente desnudas ambas, siente un orgasmo que la paraliza, que la obliga a retorcer su propio cuerpo con dentelladas eléctricas. Tiene que llevarse la manga de su carísimo traje a la boca para matar sus gemidos intensos. Cuando recompone la respiración y recupera los objetos desperdigados no sin cierto remordimiento, sale y recompone su figura definitivamente en el espejo. Cuando arranca el coche dedica un último suspiro y una última mirada al despacho de la tutora, una tutora que ha cerrado la puerta con llave, ha bajado la persiana y se ha dejado llevar, desbordada de deseo, recordando a la fascinante madre con la que acaba de entrevistarse...
15 de marzo de 2010
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2 comentarios:
Sabes...no creo haber vivido ninguna de esas dos experiencias...sin embargo, me he quedado pensando en la de reacciones humanas que quedan tras una puerta.
pues creeme que me alegro
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