14 de enero de 2010

EL DENTISTA


Menuda indefensión en el dentista. Te tumbas, cagado de miedo, con la boca abierta y a esperar a que un tipo que no conoces de nada invada tu cuerpo con extraños artilugios de aspecto medieval de los que mejor es no saber ni el nombre, porque como sepas que te están metiendo un botador sales como alma que lleva una cánula de aspiración. La verdad es que es una buena terapia para los hombres, así entendemos un poco lo que debe ser, salvando las distancias, ir al ginecólogo. De todos los artilugios el que más gracia me hace es el espejito, se parece al que usan los Guardias Civiles para los bajos de los coches; sí, está usted libre de explosivos, podemos proseguir. El tipo se enfrenta a tu dentadura como haría un profesor en época de exámenes: está aprobada, está también, uy ésta, ésta para junio, madre mía ésta, ésta ni con repesca en septiembre. Tú vas con una muela picada y sales con cinco empastes, una endodoncia, una reconstrucción y una cita para quince días después; es que no es rentable. Van a la misma escuela que los mecánicos de coches, aunque luego la especialización se haga en edificios distintos. Para ellos todo es normal, se pasan el día metiendo las narices en las bocas de los demás, pero para ti no, coño, para ti ese momento es bastante delicado, que se agradecerían unas palabras de cariño, algún abrazo o algo de empatía. Encima si les da por hablar de sus cosas mientras te taladran, pues como que ya hasta te puedes sentir ofendido. El mío, el otro día, se puso a hablar con su ayudante sobre el horno que se acaban de comprar, que si era último modelo, que si consumía mucho menos que el anterior, que si era mucho más pequeño, que si les iba a caber de sobra, etc, etc, y claro, yo porque tenía miedo de pegarle un bocado al instrumental que limpiaba mis terminaciones nerviosas, sino les hubiera dicho que el sofá, ¿qué? ¿qué me contaban del sofá y del televisor de plasma?. Después supe que ese horno era para hacer moldes de dentaduras, por fortuna. ¿Y la anestesia? Te deja la boca como si te hubieras vuelto medio lelo y se te va cayendo el agua cuando bebes. Que esa es otra, ¿cómo es posible aguantar tanto tiempo con la boca abierta? A mí se me forma un lago de saliva en la traquea y tengo unas ganas constantes de tragar , y él, abierta, boca abierta. Me vais a perdonar, pero en esa situación siento una inmediata empatía por las prostitutas y las actrices porno, ¡ qué trabajo tan duro ¡ Sea como fuera, ir al dentista duele, duele durante pero sobre todo después, cuando te das cuenta que gracias a tus empastes se han podido comprar el horno y la vitrocerámica y hasta algún viajecito a la Alcarria. Y os dejo, porque me acaban de llamar y ya me tiembla el bolsillo…

6 comentarios:

ralero dijo...

Qué desagradable...

Abrazos.

Larrey dijo...

La verdad es que tres sesiones después tengo que reconocer que la cosa va bien, porque duele pero deja de doler, que digo yo que a la larga compensa.

dafne dijo...

Y sobre todo no les digas que te duele la cabeza...empiezan a decir que duermes con las mandíbulas apretadas y toma férula al canto.


y...hablando de mi pueblo..pues no sé lo de los hombres adultos..yo es que me fijo más en los jovenes (con tripita)
Hablando totalmente en serio,te diré..que hace unos años cuando me dedicaba a cosas más serias,ya había observado que es una sociedad matriarcal,con poco peso especifico del hombre en los campos de la vida social...va cambiando poco a poco...necesitamos una ley que iguale su participación ,incluso en política.

Besitos!!! y si estais por Valencia...ya sabeís

Elena dijo...

Quitando cuando me han arrancado la muela del juicio, no lo he llevado mal nunca.....pero llegar al gine es saber que eres una como la que se acaba de ir, pero ¿que quieres?...miras al techo y a dejarse meter instrumental frio pa'dentro....¡es lo que hay!

Anónimo dijo...

Soy Felicidad.

Estupendo escrito pero me ha dejado el cuerpo temblando, que el 4 de febrero ¡tengo dentista!.

Por cierto, se te ha olvidado comentar, cuando tú estás con la boca llena de cacharros, aspiradores, espejos y demás artilugios y ellos te hablan, quieren mantener una conversación contigo, pues como no sea telepática. ¡Encima se hacen los simpáticos!

Andoni dijo...

En su día, en Gernika (Bizkaia), había un dentista que tenía un loro; el maldito animal aquel había aprendido a gritar "que dañooooo. AYYYYYYY", y no porque lo oyera en la consulta, no; es que los hijos de aquel hombre se habían divertido mucho enseñandole esos gritos... PAr que luego digan que los niños son "angelitos". Un buen par de psicópatas eran aquellos dos...