Cansado de sufrir para cortar el pan, el queso y todo lo que hubiera de cortar, decidió, pese a la crisis, tirar la casa por la ventana y comprar el mejor cuchillo del mercado. Acudió a un centro comercial y después de valorar varios utensilios se decidió por un afilado y delgado cuchillo jamonero. Cuando fue a pagar preguntó a la dependienta por qué en el estante ponía un precio y ella le cobraba otro. La dependienta, todo sonrisas, explicó que se trataba de un pequeño porcentaje impositivo en concepto de cannon jam. Básicamente, le aclaró, es un impuesto en defensa de los derechos de los cerdos. Ya, pero es que yo no tengo jamón, voy a cortar queso y chorizo. Entiendo, pero este cuchillo sirve para cortar jamón, así que usted ha de pagar por ese futurible derecho. Está bien, dijo, felicitó la navidad y se dispuso a volver a casa. Aquello había tenido una consecuencia inesperada, no un enfado, porque el dinero extra no era demasiado, sino ganas de comer jamón. Así que, como ya tenía el cuchillo y el derecho abonado, se decidió a comprar uno. Buscó la mejor oferta de jamón de pata ancha, que incluía un combo con chorizo y salami, y volvió a casa contento como un niño con zapatos nuevos. Colocó el jamón en el jamonero, hizo los cortes preventivos y previos y se dispuso a cortar la primera loncha. En ese momento, cuando esa primera loncha, perfecta y grasienta, descansaba sobre el plato, llamaron a su puerta con insistencia. Abrió contrariado y extrañado y ante su sorpresa aparecieron dos policías que se identificaron, se aseguraron de que él era quien era, y le dijeron que tenían una denuncia por cortado de lonchas de jamón ilegales. Sorprendido, creyó estar viviendo una especie de pesadilla, sobre todo cuando observó que tras los policías había un Pollo Frito con corona gritando "deja en paz a mi familia, deja en paz a mi familia". Pero, si el jamón lo he pagado, y el cuchillo también, y además he pagado el cannon jam que me da derecho a cortar jamón. Ya, pero la ley indica que usted ha cortar ese jamón solo en los establecimientos autorizados. Así, pacífico que era, y después de desestimar otras posibles utilidades del cuchillo, se dispuso a aceptar la multa. Verá, le explicó el policía, no se trata de una multa en sí misma. Ah, ya entiendo, se van a llevar el cuchillo ¿verdad? No, no exactamente, lo que le vamos a decomisar es el jamón. Los policías lo desmontaron del jamonero, ante su estupor, y se marcharon de su casa. Antes, el Pollo Frito con corona, algo más sereno, se acercó y le dijo con un guiño, esto es por el bien de los cerdos, para que se sigan criando, gordos y felices, en sus porqueras de Miami, así usted podrá seguir comiendo jamón ¿no le parece lo mejor? Y desapareció cantando salta hacia atrás, o quitate la ropa, mujer...
17 de diciembre de 2009
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7 comentarios:
Acabas de inventar el surrealismo jamonero, Larrey, jajajaja.
Abrazos.
Enhorabuena por tu imaginacion. A modo de sugerencia a lo mejor deberias identificar a todo el que lea tu blog, y a cada miembro de la Suciedad General de Asquerosos Escatimadores,que seguro que alguno hay, cobrarles el conveniente canon. Solo con el fin de convertir el Trastero en un Palacete. Me ha gustado mucho. Un abrazo
Muy ingenioso, me ha gustado ;-)
Estaría de foto la cara que se le quedó cuando se llevaron su jamón.....¡que lastimica!. Muy bueno. Bss
Muy original, me ha gustado.
Te leo
Chachi, chachi. Esto es lo que yo llamo una alegoría.
Buenísimo, jajaja. Es una manera graciosa de explicar algo que en realidad no tiene ninguna gracia, porque a todos nos roban por igual, pero mejor reir que llorar, sin duda.
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