Me sorprende la capacidad del cuerpo humano para generar mocos. Sí, moco, esa sustancia pegajosa que se enreda en nuestras fosas nasales. Pensaba que mi hijo era el máximo productor mundial, tal es así que tenía previsto mandar al Guinnes de los records la manga de su jersey. Pero en tres días de convalecencia griposa he roto todas las marcas. Porque, claro, mi hijo tiene una producción muy estable, pero mi fábrica es mucho más grande. Y me he hecho una pregunta ¿nadie se ha planteado encontrarle una utilidad a esto? Y no quiero caer en la escatología mientras lo hago, pero igual que hay, no sé, caviar de segunda clase ¿no podríamos pensar en babas de caracol de segunda? ¿Cómo que los de Supergen no se han puesto manos a la obra para unos receptores de reciclaje de producción nasal? Cuando menos los de Imedio, si no quieren caer en el espionaje industrial, debería revisar cualquiera de los mocos que crea mi hijo, les puedo asegurar que su capacidad de adherencia a las cosas es muy, pero que muy superior a la de su pegamento en barra; tanto que en casa ya dudamos de si tomar la barra o coger al niño de las piernas y frotar con la nariz para pegar los cromos. Ahí deja la idea.
1 de febrero de 2011
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2 comentarios:
ja,ja,...¿de quién hablas? da igual, pobre mío...¿y lo agustito que se queda cuando los expulsa? ja,ja,..
Chico chico..qué andas mocosillo eh??? si es que de estos frios tenemos estos mocos!!!
En fin..no des ideasssssssssssssss que aggggg!!!!
Besos
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