No pudo ser más tópico. Una mala racha, un mal momento, una crisis a todos los niveles y la despedida de soltera de una vieja amiga. Una docena de copas y un boys. Estaba completamente borracha pero tal vez tranquila por primera vez en años. Se había puesto ropa sexy y se había depilado, ¡ qué locura ! pensó frente al espejo. De todos los bailarines el que más le gustó fue el mulato de larga melena rasta. Aunque largo, lo que se dice largo, no era el pelo lo que más le pareció. Y como si el destino fuera juguetón siempre con ella, le tocó salir al escenario con él. Ella se sentó en una silla y el striper, entre la algarabía general, fue danzando a su lado, sentándose sobre ella para que acariciara su contorno y, como no, su descomunal polla. Después se puso de pie, frente a ella y con una toalla hizo algo así como crear una barrera con el mundo. Después se echó nata sobre la punta de la polla y esperó. Ella ni se lo pensó un instante y se metió aquella suerte de pastel en la boca. Con ella dentro sí se preguntó un segundo qué hacía ella con la polla de un desconocido en la boca, pero le duraron poco las dudas. Estuvo en ese juego más de lo acostumbrado, como si el bailarín estuviera pasando un buen rató. Luego se inclinó, le dio un beso a modo de despedida y a ella le pareció escuchar con claridad: en el camerino después del espectáculo. Volvió a su sitio, ante los aplausos del respetable, que celebraban como un gol los restos de nata sobre su nariz. No pudo concentrarse en nada más, apenas si aplaudía y vitoreaba pensando en las palabras del mulato. Cuando terminó el espectáculo se fue arrinconando hasta perder por completo el contacto visual de sus amigas, que se movían todas bajo la música como si el turno del baile sensual fuera ahora de las clientas. No le costó encontrar el camerino. El corazón le latía con fuerza, por no hablar de la excitación que se disparaba entre sus piernas. Llamó, escuchó una voz dando entrada y abrió la puerta. Allí estaba desnudo, ciertamente esperándola, el mulato. Sintió una repentina timidez rota por el profesional, que se acercó a ella y la besó con pasión. Estaba desnudo y la erección, y los restos de nata, eran todavía evidentes. Pero no había tiempo para juegos preliminares, tengo otra sesión en menos de una hora, susurró el joven. La llevó junto a una mesa, la dio la vuelta, elevó una de sus piernas, apartó la fina tira del tanga y comenzó a comerle el coño con violencia. Cuando la lubricación fue la suficiente la penetró con facilidad. Ella gimió como una leona herida cuando la polla terminó de entrar y se agarró a la mesa con fuerza para resistir las embestidas. El joven la tenía por la cintura primero, pero después se inclinó y con el cuerpo recostado sobre ella, llevó los dedos al clítoris. Así no tardó en llegar el orgasmo. Primero de ella, que tuvo que agarrarse con más fuerza todavía para evitar que el temblor de las piernas acabara con ambos en el suelo. Después él. Sintió dentro el caldo caliente y los gemidos en su nuca. Luego llegó la calma y los primeros remordimientos. Un beso a modo de despedida y se marchó. A sus amigas les dijo que no se encontraba bien y la acompañaron a un taxi. Ya en casa se sentó en la taza del váter a valorar. Dentro de la cama dormía plácidamente su marido, como en los últimos quince años. Valoró si facilitar la fagocitación de los remordimientos confesando la verdad o dormir con la culpa el tiempo que hiciera falta. Al final se decidió por la culpa. De esto ha pasado casi un mes y las alarmas sonaron hace una semana, cuando el retraso era más que evidente. Por contra de los muchos retrasos anteriores, los que venían del sexo tradicional y todavía de la ilusión intacta y los que llegaron después por los medios artificiales y desesperados, este retraso no le ha generado la más mínima ilusión. Curiosamente vuelve a estar en la taza del váter, esperando el resultado, el restultado que, en el fondo, ha esperado toda su vida. El corazón disparado, las sienes golpeando con fuerza. El predictor tarda en dar su veredicto, pero en el momento en que la línea rosada es más que evidente ella, por contra, lo ve todo negro, muy negro. Cuando la primera lágrima surca su rostro empieza a verlo más bien mulato...
7 de junio de 2010
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4 comentarios:
De no tener un tatarabuelo cubano...menudo lio que no tiene la mujer.
Besos!
El post me ha tenido embelesada hasta el final...
El comentario de Dafne, me hizo sonreir...jajaja
Pues si, creo que debería indagar sobre sus antepasados, por si sale algo con mas colorcito de lo normal...jajaja
Felices sueñossssss
Si el marido pone alguna pega, siempre le puede llamar racista, con eso normalmente la gente se calma mucho...
M
(...) lo ve todo negro, muy negro. Cuando la primera lágrima surca su rostro empieza a verlo más bien mulato...
Se le iban "aclarando" las ideas.
¡Te lo copio!
Porque... ¿puedo?
PAQUITA -Gracias-
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