16 de septiembre de 2009

ENTRE SEMANA


Pasear en horario laborable por los barrios periféricos de una ciudad grande como Madrid es una gozada. Si es pronto, todavía se ve la resaca de entrada a los colegios. Los rescoldos del atasco, con brasas de doble fila y dentellazos en forma de última pitada. Incluso algún adolescente corriendo, con cara de haberse dormido, rogando para que no le hayan cerrado la puerta. Mujeres (sí, mujeres) paseando de retorno. De la puertas del colegio a la rutina hogareña. Si son de avanzada edad uno adivina que son abuelas. Ellas van más deprisa. Puede que en compañía, en chandal y hasta con el carro, así de vuelta harán la compra. Porque hay mujeres en las ciudades que todavía no están inoculadas del virus del centro comercial y el gran carro mensual, y hacen su compra en pequeñas dosis diarias. También hay más jóvenes, incluso con carros con el hermano pequeño dormitando, mucho más tranquilas. A esa hora el río de asfalto lo empieza a ocupar el rebaño de abastecedores, así en cada calle puede encontrarse una furgoneta frente a una tienda de todo a cien, frente a una bodega o en la cuesta del mercado. Si te acercas al parque es el coto de los jubilados. Ahí la proporción es mayoritariamente masculina y uno tiende a pensar que son los maridos de aquellas que arrastrando el carro van camino de la compra. Unos circulan en rítmicos paseos, animados por la charla futbolera o política, cuando no es la mala salud la que los lleva de una acera a otra. Y otros, los petanqueros más madrugadores, ya lanzan sus primeras bolas al aire. Hay gente que corre, ahí la edad no es un parámetro evaluable, pero cuando es una persona en edad laboral cabe preguntarse ¿parado, turno de tarde o vacaciones? Uno identifica, de todos modos, a un grupo muy concreto de parados de forma muy evidente. Están como desubicados, el día y la ociosidad forzosa les molesta como piedra en el zapato, y no es complicado verlos en un banco del parque leyendo la prensa especializada, lápiz en mano, subrrayando con auntoimpuesta esperanza alguna oferta de empleo. Quizá este grupo, por el peso de la tecnología, acabe desapareciendo, pero aun es común el parado con el segundamano por las calles de mi barrio. Me dejo muchos actores en el tintero, los paseantes de perros, adolescentes saltándose alguna clase, los representantes comerciales que entran en las tiendas, las personas que trabajan a deshora y empiezan o acaban su jornada, con las mismas ojeras y desidia, médicos en alguna urgencia, los porteros de las fincas en sus primeros quehaceres, los dueños de los bares camino de la compra, barrenderos, policías...¿a quién echas de menos tú?

4 comentarios:

Dudu dijo...

¿y que haces tu en tu barrio en horario laboral?

Milena dijo...

A todos, porque no vivo en un barrio así, Larrey, con tanto atractivo sociológico

¡eres un gran observador!

Saludillos

Elena dijo...

¿El vagabundo?, ¿el borracho?, ¿a la madre asomada con la bata esperando al hijo/a? .... Larrey, en mi barrio yo no veo tanta gente. Hay movimientos de coches, madres/padres con hijos pa'l cole, otros directamente pa'l curro, pero poco viandante. Curioso, muy curioso.

Elenita Carpediem dijo...

Que bonito relato, es lo mismo que he ido pensando yo, cuando por alguna circunstancia he estado por la ciudad en horario de trabajo.....sólo que yo no lo habría expresado tan bien!!!
Te leo.....