Sabía que iba a ser algo especial. La música, el baño, todo indicaba que se trataba de algo distinto. Le gustó la idea. Se dejó llevar, todavía no sabía hasta donde. Aunque en la bañera, mecida por el agua caliente, cuando le dijo que debía ser valiente, entendió más o menos por donde se encaminaba el encuentro. Con los ojos vendados, pasó de la calidez del agua, siempre desnuda, al frío pero sugerente manto de las sábanas. Él se lo tomaba con mucha calma, roció todo su cuerpo de crema y utilizando su propio sexo como brocha, la fue repartiendo con certeza y profesionalidad por todos los rincones. Ella intentaba asirse a esa polla cuando pasaba por sus manos, por sus pies o por la boca, que ansiosa enviaba a la lengua de excursión al más mínimo roce. Cuando el pintor consideró que la obra estaba terminada, se concentró en el sexo. Esta vez la brocha no se la ofreció su propio cuerpo, sino que utilizó un pequeño vibrador que guardaban para las grandes ocasiones. Empezó recorriendo suavemente todos los alrededores del sexo, que ya mostraba su impaciencia en forma de latidos húmedos. Después entró levemente en la cueva y allí dejó el aparato, ejerciendo su divino cosquilleo en la entrada del centro de todos los placeres. Con la lengua ascendió ligeramente para concentrarse en el clítoris. Eran movimientos muy certeros, primero con toda la superficie, lamiendo con profundidad, y después cuando la punta se convertía en un diminuto pincel, a gran velocidad. Iba alternando unos movimientos con otros mientras que de vez en cuando, introducía ligeramente el vibrador, que lentamente había ido siendo absorbido por la cueva. El placer era creciente, y ella levantaba su pelvis hasta alzar el culo de la cama, apretando las abdominales e incluso estirando las piernas, donde sus dedos parecieran tener vida propia en sus pies. Cuando vayas a correrte avísame, le pidió a ella. Suerte tuvieron que la petición llegara en ese instante, porque apenas tuvo tiempo de avisarle. Él detuvo todo contacto, sacó el vibrador para evitar riesgos y le pidió a la lengua que cesara su juego, que remolona acató la orden. Date la vuelta. La puso de rodillas, con las piernas ligeramente abiertas, recostada sobre los codos, la cabeza sobra la almohada. El sexo estaba expectante y la estampa era turbadoramente sexual, la de ese cuerpo entregado, a la espera. Tuvo que serenarse antes de continuar, porque el más mínimo roce de su polla con parte alguna de la piel de su pareja hubiera provocado un inoportuno orgasmo. Después del necesario parón, buscó vaselina y desde la parte alta del culo la dejó caer, generosa. Ella sintió un maravilloso escalofrío cuando la sustancia fría fue invadiendo su cuerpo. Por si la vaselina no hubiera hecho su trabajo con la certeza deseada, él buscó con su lengua el culo, para humedecerlo generosamente. Después fue un dedo, que horadando lentamente llegó a entrar. Ella sintió una punzada de dolor, dolor por llamarlo de alguna manera, que la obligó a morderse el labio y a hundir la cabeza en la profundidad de la almohada, no quería que sus gemidos despertaran a nadie. Con ese dentro de su culo, otro fue a su coño, donde se instaló en un maravilloso baile de círculos. Era el momento, él sintió que era el momento, la erección, al humedad. Se puso de rodillas detrás de ella, sin dejar que el dedo en el culo le fuera preparando el camino. Después lo sacó con mucha suavidad e intentó que su sexo lo sustituyera. Estaba todo húmedo, y cada movimiento era un involuntario acercamiento al orgasmo. Ella se relajaba, en la medida de lo posible, y deseaba más que nada en el mundo que esa polla la taladrara de inmediato. Y así fue, con cierto esfuerzo, que obligó a precauciones, más labios mordidos y más gemidos ahogados en almohadas, por fin la polla entera entró en el culo. Se quedaron en silencio, ella intentando metabolizar todas las sensaciones, él para no correrse en ese mismo instante. Si me muevo me correré. Hazlo, córrete dentro de mi culo, por favor. Buscó los movimientos suaves, no quería hacerla daño, apenas un centímetro más dentro, y vuelta atrás. Ella estaba fuera de sí misma, como si en lugar de pollazos estuviera recibiendo descargas eléctricas que la paralizaban desde la cadera hasta el cuello. Ahora mordía la almohada desesperada en espera del semen. No tardó en llegar. No solo aquella polla la había hecho sentirse invadida como nunca, sino que jamás había sentido el caldo de su pareja dentro de su cuerpo con tanta claridad, cada dentellada caliente multiplicó el calor dentro de su cuerpo. No había sentido un orgasmo, pero loca de placer como estaba, solo tuvo que darse la vuelta, buscar la mano de su pareja y en dos certeros movimientos se corrió, perdido el pudor, sin poder evitar gritarlo a todo el vecindario. Cuando se quedaron derrotados sobre la cama, extasiados, más felices que nuca, todavía chorreaba sobre sus muslos la evidencia caliente de la sorpresa.
1 de febrero de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
3 comentarios:
MMMMMM....acabo de poner música ,y he puesto a llenar la bañera...quien sabe, quizas de ello al igual que en tu relato se derive todo lo demás.
Saludos
No hay mejor manera para empezar la semana que con una erección... gracias Larrey
Ayer pusieron lo que se dicen los jugadores del Madrid antes de salir al campo.
Ramos da besos.
Heinze, apela a la puerta de atrás. ¡Vamos a rompernos el ojete por el compañero!
Heinze, poeta.
Publicar un comentario