Tenía previsto escribir de otro tema. En el atasco venía dándole vueltas. Pero he abierto el periódico y he cambiado de planes. Ha muerto quizá la persona más influyente de mi infancia. He conocido hoy su nombre, el día de su muerte, pero mi niñez hubiera sido otra sin Hans Beck. Era un simple carpintero aficionado al modelismo y la aeronaútica, nacido en Turingia en el 29, pero formó parte de mi vida y de la de millones de niños en el mundo nacidos desde los años setenta del pasado siglo. Entró a trabajar en la compañía Geobra Brandstatter a finales de los cincuenta y siendo jefe de producción tuvo un encargo en 1971: crear una nueva línea de juguetes sencillos y baratos, en plena crisis petrolífera. Tres años después acudió a la feria juguetera con el encargo bajo el brazo, bueno, en la mano, porque realmente había diseñado un pequeño muñeco, apenas articulado, de menos de ocho centímetros (que el niño pudiera esconderlo en su mano). Así nació el primer Click. Desde entonces pocas innovaciones (¿para qué?) han sido necesarias en la filosofía del juguete, que conjuga a la perfección las necesidades de un juguete: que sea una puerta abierta a la imaginación, no un planning de la misma. Sencillos y abiertos al mundo, se han ido adaptando sin adaptarse. Jamás admitió sonidos en sus juguetes y tal vez hoy se esté retorciendo en la tumba al ver los primero Dinosaurios en su universo playmobil, porque siempre se negó bajo el argumento de que click, digo, hombres y dinosaurios jamás coincidieron en la tierra. Gran hombre. Gran pérdida. Aunque nos queda su legado. Mi visión del mundo es muy limitada y subjetiva, pero para mí Hans Beck fue uno de los grandes inventores del siglo XX. Descansa en paz, amigo.
4 de febrero de 2009
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