16 de octubre de 2008

PENSAR EL VALOR DE LAS COSAS


Para matar el tiempo (que nunca muere, por cierto) algunas veces hago juegos del tipo ¿qué haría si me tocaran diez millones a la lotería?. Así los atascos los pasos entre viajes a Argentina, salas insonorizadas en casas con gimnasio y demás. Lo morboso es que no siempre son fantasías positivas, también me da por torturarme. Por ejemplo: si mi casa estuviera en llamas de las cosas materiales que hay dentro ¿qué es lo que intentaría salvar primero?. La tentación es pensar en los equipos. El ordenador. Bueno, está viejo, además, es solo dinero. Ah, pues es disco duro. Sí, claro, el disco duro sí, porque ahí están todas las novelas, todos los cuentos, todas las fotografías (¡ más de 10 mil !). La televisión. Bueno, pues más bien no, entre otras cosas porque todavía no ha pasado por el Natur Tv, vamos, que sigue siendo regordeta y no plana de mil euros. La guitarra tal vez, son 300 euros, pero es un regalo de la familia...tal vez la guitarra sí. Ropa nada, ni la de marca que me regalan, ni mi colección de zapatillas. Pero sí la cromos, esa sí que intentaría salvarla (y más ahora que he encontrado al dichoso portero del Valencia). La colección de periódicos antiguos. Los primeros dibujos de mi hijo irían antes que cualquier objeto del mobiliario. Mi colección de periódicos antiguos iría seguro. Dejaría los 500 cd de música con mucha pena, porque, en el fondo, dinero son y como vinieron pueden irse. Y me voy dando cuenta de que el verdadero valor de las cosas no está en lo que una factura digan que te costaron, sino lo que de verdad te dieron, de dónde vinieron o lo que te costaron conseguirlas. Y en este mundo tan materialista (y tan en crisis de la materia, por cierto) me consuela pensar que si de verdad nos viéramos en un aprieto las cosas que de verdad nos importan son las que no tienen precio. Recuerdo ahora que durante un tiempo en pedí prestadas a mi padre sus viejas gafas Rayban. ¿40 años tienen?. Al salir de un ascensor se me quedaron dentro y cuando me di cuenta alguien se las había llevado. Era la casa de un familiar y puse un cartel explicando que el verdadero valor de las gafas era sentimental. Al día siguiente quien las había encontrado las dejó en casa de mi familiar.¡ Qué le den al mercado libre y a Wall Street por donde amargan los pepinos !.

4 comentarios:

Elena dijo...

Creo que de una u otra manera todos hemos tenidos esas divagaciones alguna vez. Comparto 100% q en una situación extrema, el valor auténtico de las cosas no sería lo que costó económicamente, sino quién lo hizo o quién te lo regaló...yo también guardo algunos dibujos de ellos, desde garabatos al dibujo familiar donde está clarísimo quién es quién. Eso sí que tiene gran valor ¿verdad?

un beso

ralero dijo...

Haz una copia de seguridad de esas novelas y demás ¡ya! O dos, mejor.

Un abrazo.

Ps. Yo no tendría duda, lo primero los míos y después yo. Al PC que le den.

Filoabpuerto dijo...

Estoy contigo, Larrey en eso de que las cosas que verdaderamente "valen" son las que no tienen "precio".

Mira hoy me ha pasada algo de incalculable valor. ¿Te acuerdas que al inicio de curso un grupillo de padres de alumnos presentaron la "objeción a la educacion para la ciudadanía"? El asunto se resolvió sencillamente dialogando con ellos y explicándoles cuales eran los objetivos de esta materia; pero uno de ellos siguió con la objeción.

Hoy, su hija, quien siempre salía del aula cuando yo entraba en ella, ha accedido a hablar conmigo
y después, en el cambio de clase, me buscó nuevamente y me hizo una pregunta para mí, de gran valor. La pregunta era:

Profe, ¿yo puedo objetar a la objeción de mi padre? ¿Cuáles son mis derechos?

Un abrazo.

Saluditos

Larrey dijo...

que bueno...