La historia de los subnormales (y una vez más que me perdonen los subnormales inocentes) que para cerrar una noche de diversión se dedicaron, según su patética y temblorosa versión (ahora les tiembla el pulso a los hijos de puta) a maltratar y quemar a una indigente, tiene tantos retazos tristes y trágicos que bien pudiera ser un cuadro viviente y contemporáneo pintado por el mismísimo Goya. Esos niñatos de papá justificando lo injustificable, culpando al menor en una táctica gremial barriobajera de macarras garrafón, ese padre pidiendo perdón a la sociedad no así a la familia de la muerta, ya que si no eran sus hijos iba a ser un atropello, el frío, el alcohol...Y después la propia familia de la agredida. A mí se me caería la cara de vergüenza de tener a un familiar durmiendo en cajeros y después pedir una indemnización por daños a su muerte. Por daños ¿de qué?, para bien o para mal estaba fuera de la casa (que no soy quien para juzgar un caso de marginalidad) pero ¿de qué daños hay que compensarles?¿de la cena de navidad a la que ya no iba?¿de las visitas a las primas que tampoco hacía?, ¿de las fiestas familiares a las que ya no iba?. En fin, como siempre, bílico que es uno, ver para creer.
21 de octubre de 2008
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1 comentario:
Triste episodio.
A veces el género humano deja de ser humano para convertirse en mierda.
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