21 de octubre de 2008

GOYA EN EL CAJERO


La historia de los subnormales (y una vez más que me perdonen los subnormales inocentes) que para cerrar una noche de diversión se dedicaron, según su patética y temblorosa versión (ahora les tiembla el pulso a los hijos de puta) a maltratar y quemar a una indigente, tiene tantos retazos tristes y trágicos que bien pudiera ser un cuadro viviente y contemporáneo pintado por el mismísimo Goya. Esos niñatos de papá justificando lo injustificable, culpando al menor en una táctica gremial barriobajera de macarras garrafón, ese padre pidiendo perdón a la sociedad no así a la familia de la muerta, ya que si no eran sus hijos iba a ser un atropello, el frío, el alcohol...Y después la propia familia de la agredida. A mí se me caería la cara de vergüenza de tener a un familiar durmiendo en cajeros y después pedir una indemnización por daños a su muerte. Por daños ¿de qué?, para bien o para mal estaba fuera de la casa (que no soy quien para juzgar un caso de marginalidad) pero ¿de qué daños hay que compensarles?¿de la cena de navidad a la que ya no iba?¿de las visitas a las primas que tampoco hacía?, ¿de las fiestas familiares a las que ya no iba?. En fin, como siempre, bílico que es uno, ver para creer.

1 comentario:

Ángela dijo...

Triste episodio.
A veces el género humano deja de ser humano para convertirse en mierda.