La cárcel de Carabanchel es el rincón de Ademuz entre Aluche y Carabanchel, su particular Tijuana. Me crié en el primero y levanté el vuelo en el segundo, así que sé de lo que hablo. La alambrada de la cárcel ha partido siempre el barrio en dos. Jamás fue, para mi generación, un ejemplo o una imagen de la represión franquista. Desde los rincones del barrio donde se podían adivinar algunas celdas, algún trozo incluso del patio, no imaginábamos a Marcelino Camacho maldiciendo el fascismo sino al Vaquilla o el Torete planificando una fuga. Después me acerqué a la historia desde el punto de vista académico y cambié de idea. Esta cárcel, que era llamada Prisión Provincial de Madrid, fue idea de nuestro generalísimo Paquito Rana, destruida por la guerra la Modelo. La construyeron, entre otros, centenares de presos políticos condenados a trabajos forzados. En sus galerías y en sus celdas, además de presos comunes, moraron y sufrieron decenas de presos políticos que en el tardo franquismo crearon la Coordinadora de Presos en Lucha, promoviendo motines a favor de la amnistía y la supresión de la ley de peligrosidad social. Entonces entendí, cuando la cárcel abrió sus celdas definitivamente para dejar de ser lo que era y pasar a ser un esqueleto inquietante e inmenso, que era un símbolo de la lucha contra el Franquismo y la represión. Entiendo, por tanto, que una ciudad como Madrid, tan conservadora, se niegue a mantener, recuperar, alimentar la memoria. Y yo no creo que la cárcel, en toda su extensión, deba mantenerse como ejemplo de la libertad, pero sí que creo que habría, al menos, que crear un espacio común a la memoria, para que los que vengan detrás sepan lo que allí hubo. Y si en el resto de su territorio se construye un hospital, verdadera reclamación histórica del barrio, espacios culturales, escuelas y parques, no creo que ninguno de los que allí estuvo tenga la más mínima queja. El barrio, como Madrid, necesita recordar, pero también curarse, leer, jugar, aprender...
29 de octubre de 2008
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1 comentario:
La reutilización de los espacios me parece extraordinario y cuando es precisamente de cárcel a centro cultural cívico.
Es un reto para la imaginación y para el arte arquitectónico, escultórico; así como para las gentes que acuden a ese nuevo lugar con otro significado.
Dicen que quien olvida la historia corre el peligro de repetirla. No debe olvidarse lo que aquello fue y lo que significó así como tampoco el que pueda transformarse en algo que enriquezca a la comunidad.
No obstante, con algunos "edificios" tengo mis dudas. Después de visitar un campo de exterminio en Alemania, no creo que aquello pudiera transformarse en otro lugar. Aquellas ruinas deben quedarse tal cual pues no puede "maquillarse" los horrendos espacios que fueron. La herida abierta cumple su misión y por si acaso el tiempo y el olvido pudiera hacer sus efectos: el dramático lugar debe seguir recordándonos a la humanidad lo que esta nunca deba olvidar.
Saludos, Larrey !
Merce
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