22 de febrero de 2010

VOLVER


Todo es nuevo. Apuntarse al gimnasio, ¡ qué tópico ¡ Ve, no seas tonto, no es por ponerse cachas ¡ solo piensa en las tías como tú, que lo han dejado después de mucho tiempo, les pasa lo que a ti, tienen miedo de enfrentarse al mercado de valores con las carnes flácidas, así que las plateas de los gimnasios están llenas de hermosas divorciadas con ganas de que las partan por la mitad. Samu era especialista en mezclar en un mismo principio la más profunda poesía con la más recalcitrante ponzoña sexista. Pero casi siempre era certero en sus afirmaciones, aunque llevara 20 años con la misma mujer, era un verdadero teórico del mundo del ligoteo. Quizá por lo uno o quizá por lo otro el caso es que cedió, 658 euros en concepto de matrícula y cuota anual. No le costó, recobrada la libertad, así se esforzaba en hablar de su divorcio, entrar en la rutina deportiva. Además, si Samuel no iba desencaminado, era mucho más interesante de lo esperado. Le faltaba determinar el estado sentimental de las damas, pero había no menos de 20 mujeres suficientemente atractivas como para hacerle dudar de nuevo de las bondades de su recién adquirida soltería. Ahora faltaba encontrar las herramientas, sobre todo la de selección de la o las candidatas idóneas y la forma de abordarlas. Mientras levantaba el mayor peso posible, no en post de una musculatura utópica, sino como parte del plan, se le acercó una mujer madura, calculó unos 45. Pechos operados o top “guanderbrá” de última generación. Largas piernas embutidas en unas mallas ajustadas negras. ¿Necesitas ayuda? Lo primero que pensó fue que se trataba de alguna monitora ¿qué si no fijándose en el tío probablemente menos musculado del entorno? Depende de para qué. Algunas veces se sorprendía a sí mismo de sus salidas ingeniosas e inesperadas. La mujer detuvo el paso, pareciera que la pregunta hubiera sido un formulismo y la respuesta un aliciente. Bueno, de momento para colocar esas mancuernas en su sitio. Pues, fingió no necesitar esfuerzo para hacerlo, dependerá de una sola cosa. Ah, ¿sí? Si tardo mucho en resolver esto, pensó, la mancuerna me partirá la nuez y esta preciosidad será la mujer más hermosa de mi funeral. Pues depende, si eres una monitora, no, prefiero intentarlo. No, no soy una monitora. Le ayudó a colocar las mancuernas y se presentó. Soy Azucena, llevo una semana en este sitio. Alberto, tercer día, y desde que te he visto el primero de mi nueva vida. Ella baja un instante la mirada al suelo, con cierta timidez pero después la alza altiva, como si hubiera visto la luz. ¿Divorciado? ¿Cómo lo sabes? Además de hermosa es inteligente, peligro, peligro, gritaban las tropas afines a la soltería. Bueno, supongo que los que somos de la misma especie no tenemos problemas en identificarnos. Ah, ¿tú también? Sí, camino del primer año ¿Cómo lo llevas? Bueno, tengo 46 años y poco tiempo, dos hijos preadolescentes, un ex marido que se marchó con su secretaria, 20 años menor que yo…estoy en mi plenitud sexual y no tengo ni las energías ni el tiempo necesario para disfrutarlo. Acaba de sentir una inmediata erección, es el momento. Sí, te entiendo, yo apenas si llevo dos meses y ¿te puedo ser sincero? Claro, acabo de decirte que no follo lo que me gustaría, no creo que debamos andarnos con remilgos. Pues desde el último y triste polvo con mi ex no ha habido mujer fuera de mi cabeza. Ah, entiendo. Mira, dentro de dos horas estará en la puerta del gimnasio mi ex marido con mis hijos, conozco un hotel pequeño cerca de aquí. Mientras da un bote sonríe pensando que no tenía las mancuernas en la mano al escuchar la oferta. El hotel es coqueto, acorde con la situación y su silencio de deseo contenido. Cerrada la puerta se desata la tormenta. Fóllame, quiero que me partas, no te andes con tonterías. Muerde, araña, se abraza, aprieta su coño contra la polla con una fuerza descomunal, para esto debe servirle tanto gimnasio. Ahora, por fin la ropa por el suelo, se mete la polla en la boca con violencia. Demasiada, su desentrenado pene no resiste en algunos instantes la pasión y siente una especie de placer/ dolor dolor/placer concentrado justo entre sus piernas. Pero son unos segundos, tan solo unos segundos. Toma, ponte el preservativo. Ella bebe agua, pareciera todo parte de un ejercicio del gimnasio. Su cuerpo, desnudo, dejando caer las gotas isotónicas por el pecho, perlada la piel por el sudor, es más hermoso de lo que imaginaba. Está algo nervioso y no acierta con el preservativo, un objeto que le, en su descarga, le recuerda a la adolescencia. Trae. Ella se pone el preservativo en la boca y de un certero golpe se lo coloca sobre la polla. Se tumba en la cama y en una gimnástica postura, las piernas abiertas en una V enrome, se ofrece. Vamos, no tenemos tiempo. Entra en ella con facilidad y se deja llevar. Las embestidas son brutales, ella se acaricia el clítoris y grita entusiasmada, sí, vamos a corrernos, quiero que te corras, quiero que te corras, necesito que nos corramos. Y en verdad no tardan en hacerlo. Será su cuerpo, será el hambre, será el ex marido que ya debe ir camino del gimnasio, pero ella comienza a retorcerse, a arquear la espalda, a gemir, a frotar su clítoris con una fuerza sorprendente. Jadeante saca la polla ¿no te has corrido? No, no, suspira él, estaba a punto, pero…No te preocupes, seguro que no te importará correrte en mi cara. Vale, esto es un sueño, ahora abro los ojos y la mancuerna me la está sujetando un gordo lleno de barba. Pero no. La mujer ha limpiado la polla de los restos del preservativo con la toalla y se la ha metido en la boca, un par de veces, consciente de que el orgasmo está ahí, en un segundo. Se separa lo suficiente, cierra la boca y espera las dentelladas, que contenido el deseo durante semanas ni tan siquiera golpean en su cara, porque las primeras, como misiles, salen disparados a las yermas paredes de la habitación. Ella no puede evitar reírse, por Dios, muchacho, hay que follar más. Después se incorpora. Hay que vestirse, mi marido espera. Mientras lo hacen hablan con toda normalidad de lo humano y lo divino, como si lo que hubiera ocurrido fuera lo más ordinario del mundo.
Desde entonces no ha faltado una sola tarde al gimnasio. Y no la ha vuelto a ver. Incluso ha vuelto al hotel para cerciorarse de que existe, de que todo no ha sido fruto de su calenturienta mente de hombre divorciado. Hasta hoy, que ha visto como una joven era incapaz de entender una máquina. ¿Necesitas ayuda? Ha dicho, secándose el sudor. Pues depende, responde ella…

3 comentarios:

dafne dijo...

jo....pero era divorciada o no? al final dice mi marido espera...¿no lo era verdad???

Larrey dijo...

O una fantasía...

dafne dijo...

mmmmmmmmmmmmmm...las macuernas acabaran dándole en la nuez...jejje
besets