9 de febrero de 2010

LA CENA DE GALA Y LA SEÑORA


Estábamos en una cena de gala, en Los Ángeles. Era algo de trabajo, de no ser así no cuadraría nada. El salón era inmenso, con mesas redondas para unos ocho o diez comensales. Techos enormes con lamparas de cristales y columnas de imitación jónica, con sus ábacos y volutas. Un cuarteto de cuerda trajeado animaba la velada. Era un día importante para mí, porque mi pareja iba preciosa, como siempre, pero yo llevaba corbata, así que aquella cena era realmente significativa. No escondo el escozor que me provocaba el nudo, pero lo llevaba con cierta dignidad. No recuerdo a nuestros compañeros de mesa, deben de ser instrascendentes para la historia. Si a la señora que estaba casi frente a mí, a la derecha. Era una mujer de avanzada edad, muy maquillada, con abrigo de piel (¿qué cojones hacía con el abrigo puesto?), manos tan cuidadas como ensoritijadas y un enorme collar de perlas relucientes. No paraba de hablar. Parecía enfadada, muy enfadada, y bramaba contra los inmigrantes, los extranjeros, los vagos, los parados, los gobiernos de izquierdas, los malditos comunistas que podían ser capaces de llevar a la humanidad a la destrucción total y que había que aniquilarlos como se hace con las demás plagas. El nudo de la corbata cada vez me apretaba más y más, ya no es que no me dejara tragar el fabuloso pato laqueado con miel, sino que no me dejaba ni respirar. Miré a mi pareja, que entendió lo que iba a ocurrir y me dio su aprobación acariciándome la mano (o eso entendí yo, tal vez me estaba pidiendo calma) me quité la corbata, la dejé caer en la mesa con el estruendo de mi enorme mano, lo que generó un inesperado silencio y una incómoda atención general, creo que carraspee para que la voz no me fallara y grité con toda la fuerza de mis pulmones: ¡¡¡¡ que le den a Beberly Hills !!! (vi como mi esperanza de medrar en USA volaba) señora, su madre será una santa, pero usted es una hija de puta y yo soy comunista, sí, comunista, una puta cucaracha roja; ¿sabe lo que le digo ? que le den, que le den por donde amargan los pepinos, que no sé en su tierra, pero en la mía amargan ¡¡¡ por el culo !!! Cogí de la mano a mi pareja y con toda la dignidad de cucaracha herida que me quedaba nos fuimos del salón.
Aunque fue un sueño (real, esto no es literatura) no os podéis imaginar la satisfacción que sentí cuando grité aquello de !!! que le den a Beberly Hills !!! por no hablar de la mención a las posaderas de la señora.

1 comentario:

Leghos dijo...

Wo!

No he soñado tu sueño, pero seguro que la señora llevaba rubio Farmatín especial madres y abuelas.

Muy bueno!