CIVILIZACIÓN
En la noche,
Tras ese instante leve
De estrellas secas alumbrando el sueño,
La sal se pega, adusta, a la retina,
Fundida al vaho que opaca los cristales.
Se apagan los latidos de la calle
Y, en la altura, el abismo, inmenso y frío, Se tiñe de un naranja espeso y falso, En tanto ni los perros ya se arriesgan A hostigar los bozales del silencio.
El alma se sospecha abandonada;
Cansada de fingir su vasta duda,
Profiere la pregunta más temida,
En medio de una angosta mar sin ecos:
¿Esto era todo, el gran milagro, el verbo?
Las ruinas de Babel, cual soga, aguardan, Armadas de una elipsis desmedida, A asir entre sus garras la garganta De un cántico que apenas fue un ensueño.
2 comentarios:
Me encanta, Poeta
"El milagro del verbo" me trae tus palabras y compartiéndolas y acogiéndolas, siéntese el alma menos abandonada
Sí, hay que reconcerlo, aunque nos pueda saber a poco -o a nada- a veces el verbo nos comunica.
Besos, Circe.
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